Aromas

por Auro

Y aspiro tu aroma, aspiras el mío, nos olemos.

En un instante que refleja toda la eternidad.

Y somos dos, dos pares de narices, de aromas, de nosotros.

Porque el olor va más allá del perfume artificial que te envuelva, del camuflaje con el que intentas cubrir tu propio cuerpo y alma.

¿Y por qué si no la anatomía nos dio la capacidad de procesar esa distinción, esa diferenciación en cada uno, en cada estímulo, en cada ser?

El aroma del café recién hecho, de la atmósfera de tu hogar, de la tierra seca que cultivan tus manos. El olor a lluvia, al mar, que te transportan a tu hogar y a ese momento que apaga un poco tu interior. El aroma de un bebé, tan puro, suave, tan inocente e incondicional. El olor del miedo, de la alegría, de la sorpresa. El olor cuando aterriza el avión y te sientes en casa. O cuando sientes ese nuevo lugar que te espera por ser descubierto.

Cuando se activa esa conexión automática entre tu olor y mi corazón. Entre tu aroma y mi memoria.

Nos olemos, respiro tu olor, respiras mi olor.

Porque el olor no solo es instinto. El olor crea y activa recuerdos, es capaz de transportarte a ese momento único, hasta esa o esas personas especiales.

El viajar a cada uno de tus rincones interiores más ocultos, a tu infancia, cuando te llega el olor de las palomitas y te ves en casa, en tu cine, en el cine de tu hogar con ellos. Cuando el olor de un golpe de brisa, de suelo mojado, te recuerda que tu hogar siempre viajará en tu corazón.

El olor de tu perfume cuando nos conocimos, que por más tiempo que pase siempre me devolverá a aquella plaza y a aquel camino en el que descubrimos el amor. El olor del día más importante de nuestra vida, en tu cuello, en tu abrazo.

El olor de los viajes en coche con mis padres, de las Navidades con todos sentados en la mesa, de los juegos y las lágrimas compartidas con mi hermana.

El olor de los que ya no están pero que siempre recordaremos.

Y es que solo prestando atención a esos momentos, a esos aromas, somos capaces de recrear los recuerdos de esa verdadera realidad.

Guardemos cada olor, establezcamos ese vínculo. Porque nuestra memoria olfativa es una de las más poderosas y a la vez olvidadas, hasta que nos damos cuenta de que en esa ráfaga, en esa casa, en esa ropa, en ese parque, se quedó para siempre impregnado tu ser.

Te podría interesar

Deja un comentario