¿Sabes ese momento en el que sientes que no puedes más?
¿En el que tu propia respiración te oprime el pecho?
¿En el que tu corazón desbocado se siente perdido?
¿Sabes ese momento en el que el agotamiento supera al sufrimiento?
¿En el que solo piensas en tirar la toalla?
¿En el que consigues cubrir la luz del sol con un dedo, volviendose todo oscuridad?
¿Sabes ese momento en el que te cansas de entregar todo de ti y decepcionarte con lo que recibes?
¿En el que sientes que tu mundo se ha roto un poquito más?
¿Sabes ese momento en el que no tienes fuerzas para levantarte de la cama?
Pues ese momento, justo ese momento, es probablemente en el que debas saltar más alto.
Saltar para salir de las sábanas que envuelven la luz, y despertarte.
Saltar para conseguir toda esa energía que te devuelva a la vida.
Saltar para ser libre, para ser tú. Para luchar contra los juicios de otros que te han ocultado, para dejar de pisar tus propios sueños porque hayas sentido que no valían nada.
Para demostrarte a ti misma que solo necesitas un empuje, un salto, alto, fuerte, grande para superar la casilla de la cárcel que te has construido y volver a disfrutar de tu mundo.
Porque aunque cueste, aunque vuelvas a caer en todos esos momentos, solo tú eres la responsable de saltar, de salir del túnel y llegar hasta la otra salida.
Esa salida que siempre está, que te espera al final aunque, en realidad, solo signifique el principio de algo nuevo.
