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Autor

Auro

Auro

Momentos

A veces me pregunto

por Auro enero 22, 2020

A veces me pregunto por qué la vida nos pone en situaciones tan injustas.

A veces me pregunto por qué nos sentimos perdidos en un camino que ya creíamos conocer.

A veces me pregunto por qué las ganas no son suficientes para ganarle la carrera a la comodidad.

A veces me pregunto por qué las ilusiones desaparecen de la misma manera que llegan para llenarlo todo de luz.

A veces me pregunto por qué somos incapaces de reconocer o valorar nuestros propios méritos sin esperar que nadie nos reafirme en ello.

Y, a veces, me pregunto por que no somos capaces de vivir sin tantas preguntas.

Porque la realidad es que en aquellos elementos que nos dan vida y felicidad nunca hay dudas, no hay frenos. 

Porque en el amor no es necesario preguntarse nada para sentirlo todo.

Porque en los sueños no hace falta materializar nada para disfrutar con la imaginación.

Porque para vivir solamente necesitas respirar, sin más. 

Y las preguntas pueden conducirte directamente a la falta de aire con que llenar tus pulmones. 

Por eso, a veces y solo a veces, me pregunto si ya es hora de empezar a sentir antes de pensar, 

sin preguntas que resten, 

con decisiones que sumen. 

enero 22, 2020 0 comentarios
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Momentos

Tiempo

por Auro enero 14, 2020

Para escucharnos, para sentirnos, para notarnos.

Para estar solos, o acompañados

Para hacerlo todo aún no haciendo nada.

Para descansar viviendo o para vivir descansando.

Para pensar en los sueños, y dibujarlos en el mapa de nuestro mañana.

Para dormir o para despertar de la realidad o en la realidad.

Para tomar decisiones guiadas por esa fuerza profunda y desconocida.

Para reírnos de los miedos y llorar con las alegrías.

Tiempo para ser libres, para no sentirnos esclavos de nuestra mente o nuestro corazón.

Tiempo para disfrutar de la nada, del vacío lleno de paz, del silencio. 

Y en ellos, siempre está, ahí. Ese tiempo. 

Esa libertad de hacer sin hacer nada, esa libertad de ser, sin deberles nada, esa libertad de sentir, sin ser juzgado. 

Y por eso se que quiero mi tiempo 

así,

aquí, 

lleno, 

hoy y para siempre. 

Con ellos.

enero 14, 2020 0 comentarios
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Cadena de Momentos

Caricias

por Auro enero 10, 2020

Y te toco, me tocas, nos tocamos. 

En un instante que refleja toda la eternidad. 

Y somos dos, dos pares de manos, de brazos, de nosotros. 

Porque el tocar no es solo el tacto, el tocar es el roce de la piel, de tu mano en mi pierna, de tu cuerpo en mi cuerpo, de tu abrazo. 

¿Y por que si no la anatomía nos doto de la capacidad de sentir y percibir en la lengua, en los dedos, en cada centímetro de nuestra piel? 

Como una descarga eléctrica que eriza nuestro vello sin aún habernos dado tiempo a interpretar a qué se debe esa sensación. Eso eres tú, soy yo, somos nosotros. 

Cuando siento el roce de tus dedos en mi mejilla, llenándose de humedad al limpiar una lagrima para evitar que crezca más. Cuando siento tu mano aferrando fuerte la mía cuando el suelo se desequilibra bajo nuestros pies, cuando la oscuridad intensifica todos nuestros miedos. Cuando siento con cada paso la suavidad de la superficie arenosa que evade aquella tierra en la que me crie, o cuando camino sobre la seguridad y dureza de la madera que atesora nuestro hogar. 

Te toco, me tocas, nos tocamos. 

Y es con cada una de tus caricias con las que siento el amor más profundo, infinito. La sensación de hogar, la calidez y seguridad de saber que siempre estará ahí, tu roce, el mío, el nuestro. 

La delicadeza del tacto sobre sus pelajes inmaculados, que actúan de muros protectores para albergar la mayor pureza en su interior. Su aspereza cuando devuelve el gesto, siempre correspondido, incondicional. 

Los abrazos fuertes. Dónde nos tocamos, nos sentimos. Dónde cada poro de nuestra piel está en contacto con el poro del otro, sin importar que estén cubiertos con una capa de ropa. Esos abrazos que encierran las palabras no dichas, las que duelen, las que no necesitamos escuchar para saber que están ahí. 

Porque el tocar no solo depende de lo físico. Es mucho más profundo, es el saber. 

El interpretar el mapa de tu piel, cada uno de tus caminos, siendo capaces de ver la realidad que esa coraza esconde dentro. 

El descubrir los secretos más profundos que se reflejan en nuestra carátula, en aquello que mostramos al mundo. 

Y es solo tocando, tocándote, tocándome, como somos capaces de descubrir esa verdadera realidad.

Tocar, toco, caricia. Y tú en cada una de ellas, y yo en ella. Toquemos más, no menos.

Para ser capaces de conocer la sensación de sabernos nuestros, míos, tuyos, y de liberar a los sentidos el órgano más inmenso que representa nuestro ser.  

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Relatos

Otra vez, adiós.

por Auro enero 8, 2020

Y la costumbre no sustituye a la tristeza que inunda su interior cada vez que se repite de nuevo el adiós. 

Y aún siendo habitual, tras haberse repetido más que nunca en este año, no hay vez que no sienta un pequeño desgarro en su corazón. 

El trayecto en coche hasta allí hace que lentamente vea cómo se aproxima de nuevo un destino, que aunque desea, arrastra la sombra de aquellos que se quedan al otro lado, esperando con la incertidumbre de no saber cuándo será la próxima vez que vuelvan a estar juntos. 

La delgada línea que los separa en el aeropuerto, aquella que les recuerda que aún viéndose a menos de diez metros de distancia, ya no podrán volver atrás a darse un último abrazo. Ese abrazo interminable, necesario, que desearía que fuera un bucle infinito que se repita una y otra vez. Ese abrazo que saben que tanto añorarán hasta la próxima vez, mientras calman sus ansias a través de una videollamada. 

Y ya está, se cierran esos días, esas sensaciones, esos momentos. Que aunque sin duda se volverán a repetir siempre, ahí se quedan, guardados, esperando y haciendo planes con la intención de que el tiempo le gane la carrera a la tristeza. 

Y aunque saben que no hay distancia que los separe en su interior, ahí está en un avión que se separa del suelo para recordarle que de nuevo, deja atrás aquella gran sombra, a ellos. 

Y a medida que se aleja y la humedad salada de sus mejillas se va secando se convence de que podrán superarlo, de que siempre estarán ahí, y de que tan solo están a pocos centímetros de distancia en su corazón.

Y es que la única manera que encuentra de combatir la distancia física es la de refugiarse en su felicidad, en la de saber que se dirige a su hogar, a su vida, a aquella por la que siempre ha soñado y luchado y que ya por fin la tiene ahí, al otro lado. Con ellos, con él. 

Y aún así, siempre odiará el adiós, porque aunque sea un hasta luego, nunca ha sido tan difícil despedirse de lo que vive y siempre crecerá en ella.

De ellos, de ellas, del Puerto al que acabante de irse, ya ansía volver. 

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Experiencias

Un camino

por Auro diciembre 27, 2019

Y por fin comenzó la última etapa.

Estábamos deseando llegar por el miedo de la lesión y los dolores, pero a la vez, enlentecíamos la marcha porque en el fondo, nos costaba despedirnos de esos despertares cada mañana respirando el oxígeno puro del campo, cubriendo nuestras pupilas de verde intenso, pureza y amplitud de los increíbles paisajes, y más aún, nos costaba dejar atrás esa sensación de saber que cada día descubriríamos y pisaríamos lugares nuevos sin ningún conocimiento previo de cómo serían en realidad hasta que estuviéramos sobre ellos.

Pero a pesar de esa sensación agridulce, el cansancio y las ganas podían más y afrontamos ese final del camino con la fuerza e ilusión de saber que era la última etapa.

Salimos muy temprano, por lo que a pesar de saber y sentir que el verde y la naturaleza estaban ahí, a nuestro lado, la oscuridad no nos permitía atisbar mucho mas allá de la luz de las linternas. Sin embargo, a medida que la luz del día bañaba el paisaje y tras muchas cuestas, físicas y psíquicas, fueron desapareciendo los últimos prados, campos de trigo y bosques para dejar paso a la primera panorámica de aquella ciudad que suponía la meta. Y al llegar, a la plaza, envueltos en el mejor sonido de una gaita, vislumbramos la catedral y nos abrazamos, por la satisfacción, la superación y el esfuerzo, pero sobre todo, porque de nuevo, juntos, ante la adversidad, lo habíamos conseguido.

La vida nos pone a diario a prueba. Hay momentos de subidas casi imposibles de superar, que nos dejan sin aliento y nos invitan a rendirnos a medida que nos vamos quedando sin fuerzas, y momentos fáciles de bajadas que nos facilitan el paso y nos empujan por inercia a ir hacia delante sin plantearnos si estamos llegando a la meta, porque realmente lo deseamos o si es por costumbre. Ambos son iguales de peligrosos.

Por eso, el camino me enseñó tras vivir todos estos momentos, que la clave de llegar al final de la cuesta con aire en los pulmones o de darnos cuenta hacia dónde nos dirigimos en la bajada, es la actitud mental con la que afrontamos esos retos. Si te despiertas pensando que serás capaz de afrontar la adversidad que te surja, comprometido con un propósito, aunque desconozcas los pasos, lugares, emociones o momentos que tendrás que vivir para llegar al final, sin duda lo conseguirás.

Porque somos nosotros mismos, con nuestra fuerza mental, los encargados de dirigir nuestra energía física hacia aquello que deseamos, y los únicos responsables de convertir los impedimentos en desafíos.

Y sobre todo, me enseñó que es igual de importante, las personas con las que decidimos compartir nuestro camino, enfrentarnos a nuestras cuestas y bajadas, a nuestros logros y caídas.

Porque tu vida y un trozo de tu felicidad, está en querer y ser querido en el justo equilibrio que te proporcione la energía vital necesaria. Y yo, he elegido a esa persona para compartir mi camino. Porque, contigo se que siempre me estará esperando tu mano para tirar de mí cuando me quede sin fuerzas.

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Relatos

Relato de una ilusión

por Auro diciembre 22, 2019

Hugo paró el coche en aquel lugar poco habitual, cuando parecía que ya la cita había llegado a su fin, pero lo que no sabía su acompañante es que aquello solo era el comienzo.

No sabía cómo expresar sus sentimientos, cómo mostrarle aquel secreto que llevaba tiempo ocultando pero que luchaba día a día por intentar ver la luz en su mundo, en aquella que iba a ser su nueva realidad.

Sus palabras comenzaron a agolparse en su boca y a buscar salida a través de sus ojos que se llenaban de lágrimas, a la vez que surgía en su boca, una sonrisa y pronunciaba las palabras de su liberación. Y una vez había verbalizado el mensaje, pudo ver en los ojos de su acompañante, sorpresa. Sorpresa, y alegría camuflada de miedo por no saber qué hacer, decir o actuar ante aquello.

Sin embargo, Emma, su acompañante, enseguida supo qué hacer. Enseguida lo vio. Porque aquello no sería más que la mejor alegría que cerraría aquel año caótico y feliz. Porque a partir de aquel momento, sabía que cada vez sería más fuerte, estarían más cerca. Porque instintivamente, reaccionó en un sentimiento de protección que desconocía en sí misma hasta entonces, y sintió cómo calentaba su pecho, el amor más profundo si cabe, hacia aquellos transparentes ojos que temerosos se lanzaban a un abismo desconocido hasta entonces.

Y poco a poco, lo que comenzó aquel día en aquel coche, continúo creciendo con más luz, ilusión y alegría, arrinconando al miedo y desplazándolo a aquel lugar oscuro que no tenía cabida en este momento de sus vidas. Se transformó en planes, en lugares que ver y visitar, en experiencias que buscar y compartir, se transformó en su TODO.

Porque desde hacía años, se habían hecho una promesa, aunque nunca hubiera sido necesario reflejarla en palabras o llevarla por escrito en un papel. Porque todo aquello que sintiera una de sus pieles, que doliera en uno de sus corazones, que activara cada uno de sus sentidos, lo iba a ser en cada uno de sus cuerpos, mentes y corazones, fuera quien fuera el protagonista de la historia.

Porque desde ese día, desde ese momento, lo único que estaba presente en cada llamada, en cada momento, en cada pensamiento, era la alegría y la ilusión, que crecía y se alimentaba del amor más puro e incondicional que llevaban dentro. Porque desde ese día, lo desconocido solo sería la puerta de entrada a un nuevo mundo, en el que sellarían, almacenarían y lucharían contra cada sentimiento, contra cada lágrima, contra la desesperación, la risa y el caos pero sobre todo, en el que descubrirían por primera vez, la vida y aprenderían día a día a ser, juntos.

diciembre 22, 2019 0 comentarios
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Experiencias

Una caja

por Auro diciembre 21, 2019

¿Crees que los recuerdos más importantes de una etapa caben en una caja?

Conocemos esa historia de las películas que sugiere guardar algunos papeles, fotos, u objetos en una caja para posteriormente enterrarla y volverla a abrir dentro de unos años para reencontrarte con esos retales de tu pasado.

Si nos paramos a pensarlo, es una gran idea y oportunidad. El simple hecho de encontrar una nota, un recorte, un objeto que represente una historia, activa una serie de emociones en el interior que hace que nos transportemos al lugar, momento y situación en que vivimos y en el que almacenamos esos recuerdos.

Una pegatina, una foto, una nota, o el detalle más simple puede hacer que nuestra mente viaje a un momento atrás que, aunque manteníamos en ella, quizá se encontraba un poco escondido en algún rincón, sobrepasado por el almacenamiento de nuevas experiencias que le iban haciendo a un lado, a pesar de lo importante que fue en un momento dado.

Y hablo de pequeños detalles. No de esos momentos vitales, de esos capítulos de vida que llevamos siempre grabados en nuestra piel y no necesitamos un estímulo para recordarlos.

Hablo de aquella carta escrita en un papel con un itinerario de vuelo en su otra cara, de aquellos mensajes escondidos en la casa para encontrarlos por sorpresa al entrar en la soledad, de aquel muñeco que surgió de un regalo comestible y que se nos hace imposible deshacernos de él por las personas, el lugar o la situación donde se ha encontrado.

Y esos detalles, hacen que me teletransporte a aquellos inicios. Al lugar que fue nuestro aunque quedaran restos de otra vida acompañándonos en cada habitación. Al comienzo, a la ilusión. Al sabernos protegidos, en un nuevo lugar, para nosotros, íntimo. A la soledad y a los momentos oscuros vividos. La lejanía, el desconsuelo, las ganas de quedarse entre las mantas de la cama en días fríos, donde por mucho que te abrigases faltaba el calor del otro. A la adaptación a una nueva vida y la llegada y construcción de un hogar. Contigo, con ellos.

Y por eso creo que es bonito guardar esos recortes, esos recuerdos, en cajas.

Es imposible quedarnos en la memoria con todos ellos, pero cuando abrimos esas cajas y los releemos, los tocamos o los sentimos, nos permiten que viajemos al pasado y seamos conscientes de los balances positivos y negativos que esos momentos nos dejaron atrás, pero sobre todo, de que son los pequeños detalles los que hacen que seamos capaces de mirar atrás, a ese pasado con la satisfacción y la determinación de saber que fue mayor aquello que ganamos, que lo que creíamos haber perdido.

Porque la vida, está hecha de pequeñas motas de polvo, que aunque en algunas ocasiones brillen transformándose en purpurina y en otras puedan llegar a convertirse en pelusas que generan suciedad, son cada una de ellas las que nos permiten avanzar y construir nuestra vida, deshaciéndonos de aquello que no nos permite crecer y atesorando en cajas los recuerdos que nunca querremos dejar atrás porque siempre formarán parte de nuestro auténtico ser.

diciembre 21, 2019 0 comentarios
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Relatos

Relato de un monstruo

por Auro diciembre 17, 2019


No podía creer lo que mis ojos leían en aquella noticia que acababa de cruzarse en el primer panel de las redes sociales. 

La imagen, el texto, se había quedado grabado en mi mente. 

La historia que escondía detrás. La historia de aquel horror, de un monstruo. 

Un ser producto de un experimento ideado por aquellos que osan creerse ya no por encima de aquellos, los seres más indefensos sino que se sitúan a sí mismos como el mismo Dios o por encima de la naturaleza. 

Y la pregunta se repetía constantemente en mi cabeza: ¿como es posible que usemos la capacidad de analizar y modificar elementos biológicos que son tan importantes para la cura de ciertas enfermedades, como un instrumento de juguete y divertimento para originar una criatura producto de la artificialidad?

Un ser, una criatura que tiene capacidad de sentir, de pensar. Instinto de supervivencia, de vivir, de anhelar. Porque si somos capaces de crear vida, lo mínimo que deberíamos hacer es pararnos a pensar en si se cumplirán las condiciones naturales necesarias para que ese ser pueda poseer el mismo derecho de plenitud y bienestar vital, no de sufrimiento. 

No daba crédito a lo que mi cerebro trataba de procesar porque era incapaz de entender como alguien que albergue un corazón que por encima de latir, sienta, sea capaz de jugar de esta manera con el corazón de ese otro ser. 

Y así fue como leí este caso en el que se había creado un monstruo. Un tigre-león que surgió del cruce de un león y un tigre en un zoo porque se les ocurrió la brillante idea de crear una nueva criatura para el divertimento y la expectación. Esta situación no se da nunca, jamas, en la naturaleza. Es como si se cruzaran dos especies, de las que prefiero no indicar ejemplos pero de las que estoy segura que jamás nos plantearíamos investigar para crear un nuevo ser en la escala “humana”. 

Un animal que sufre hoy las consecuencias de lo que para otros fue una manera de sentirse un dios, un inigualable. Un ser que tiene serios problemas físicos para poder sobrevivir y que es imposible que esté libre en un entorno natural, donde debería vivir, no en un escaparate en el que estar expuesto.  Porque es un extraño en su propio cuerpo, pero por encima de todo, sigue siendo un ser, vivo. 

Y por eso, rápidamente me di cuenta de que no era él o ellos los monstruos. Los monstruos eran aquellos que habían jugado con sus capacidades, con sus sentimientos, con su vida. 

Eran aquellos que lo habían concebido como un objeto para divertir, para entretener, pero que habían sido incapaces de tener en cuenta sus miedos, sus diferencias, sus sentimientos y sobre todo, sus necesidades y fines vitales. 

Porque no estamos hechos de órganos anatómicos que se combinan y se enchufan a la corriente y se ponen a funcionar. Porque si, así nos mantienen vivos pero en ningún caso este mecanismo es suficiente para tener una vida plena.

Porque está ahí, detrás de cada latido, de cada impulso nervioso, de cada estímulo que procesamos por nuestros sentidos. Es la interpretación, el sentido, la necesidad, la percepción. Es todo aquello que le da un significado a todo ese mecanismo interno que funciona como el motor para mantenernos en marcha pero que sin meta, sueños, objetivos, está tan vacío e inexistente que no sirve, no funciona. 

Porque lo importante no es el envoltorio, es lo que está dentro. Lo que nos mueve, lo que nos empuja a disfrutar de la vida. 

Y por eso, me produce la mayor de las tristezas ver cómo hay monstruos capaces de fabricar y jugar con la vida de esos seres indefensos que cuando abren sus ojos al mundo, solo buscan esa plenitud y disfrute vital que tenemos todos al nacer. 

¿Por que entonces ofrecerles una vida que no van a ser capaces de conocer más allá del sufrimiento y la indefensión? ¿Por que no ver más allá de la anatomía que los mantiene vivos sin percibir lo que interiormente van a ser incapaces de ser y sentir?

Simplemente, porque un monstruo decidió fabricar una idea, olvidándose de que el elemento principal que necesitaba para dar con el resultado deseado era sacrificar una vida. 

diciembre 17, 2019 0 comentarios
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Momentos

Diciembre

por Auro diciembre 4, 2019

Mes de ilusión, de luces, de encanto.

De naturaleza blanca y frío que aunque hiela es incapaz de congelar el alma.

De familia reunida, física o emocionalmente.

De hogar y de la ansiada vuelta a casa.

De momentos dulces que se disfrutan en la mesa pero más aún en el corazón.

De ilusiones compartidas.

De búsqueda de tesoros que regalar, donde lo más importante es el agradecimiento, la ilusión y la felicidad que los envuelve, no el contenido en si mismo. 

De nuevas etapas que comenzar con la inspiración de cumplir un año más.

De finales, despedidas, pérdidas y ganancias.

De balances positivos y negativos del año vivido y dejado ya atrás.

De resúmenes del año a partir de los que fijamos los propósitos para el siguiente.

Y es que para mi, diciembre es todo eso. 

Es un mes que representa vida al regalarme un nuevo año que experimentar. 

Es un mes que representa amor al compartir con las personas más importantes de mi vida los momentos de hogar, calidez y dulzura.

Es un mes que representa ilusión, al sentir nervios por sorprender y por ser sorprendida en cada momento. 

Es un mes que representa ausencias y recuerdos coleccionados cada uno en forma de risas y momentos compartidos que estarán siempre presentes en el corazón aunque ese año los sitios en la mesa estén vacíos.

Es un mes de luces, de blanco, de compartir cada instante de felicidad. 

De optimismo iluminador que alimentado del amor de los nuestros, la ilusión y la felicidad nos devuelve a aquel punto de infancia en el que la única preocupación era ser feliz y divertirnos cada día. 

Y por eso, me encanta diciembre.

Porque nos da la oportunidad de recordar y analizar lo pasado pero con el corazón henchido de energía para sentirnos capaces de afrontar nuestros próximos cambios y pasos vitales en el nuevo año. 

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Experiencias

Invisible

por Auro noviembre 28, 2019

Para mi yo del pasado…

El eco de sus risas mientras aceleraba el paso creyendo ingenuamente que cuánto más me alejaba, más reduciría el efecto devastador que provocaban en mí.

Las miradas que sentía cómo alfileres clavándose en la piel, a pesar de que era incapaz de levantar la cabeza y desafiarlas, enfrentarme a ellas, porque era muy difícil reaccionar ante el sentimiento de odio y desprecio que alimentaban y dirigían esos ojos helados.

Las burlas, el asecho, la búsqueda de la oportunidad, la humillación, el desprecio. Siempre eran monstruos oscuros que me acompañaban mientras caminaba por los pasillos de aquel lugar que jamás encerró momentos idílicos en mi recuerdo.

Y así, poco a poco, me fui volviendo invisible para ver si eran capaces de verme menos, de fijarse menos, de centrarse menos. Y fue funcionando, aunque ahora me doy cuenta, que les sirvió más a ellos que a mi. Porque para mí fue un refugio, una manera de esconderme y de ser feliz con lo que tenía en aquel momento. De orientar mi vida a conseguir un objetivo y a mi familia, olvidándome de esos pequeños golpes que día a día recibía sin que existiera un indicio de que pararían en algún momento.

Y poco a poco, esa invisibilidad me permitió volverme inmune a esos ataques que provocaban pequeñas heridas en mi ser. Esas que duelen mucho más que las físicas, las que dejan la más fea de las cicatrices aunque no se pueda ver. Y esa inmunidad consiguió que no me rindiera a esos daños, que no me arrastraran con ellos hasta convertirme en alguien que no estaba dispuesta a ser.

Y conseguí inmunizarme, volverme invisible a pesar de que hasta el último momento se mantuvo, no paró. Y hoy en día me doy cuenta que esa invisibilidad enterró una parte de mi personalidad que aunque día a día lucha por salir, la altura del agujero en la que quedó sumida es muy profunda para conseguir ver la luz después de tantos años.

Y así, pienso y sé que hace tiempo dejé de sentirme invisible, pero todavía hoy soy capaz de ver que han quedado huellas inevitables en mi vida, en mi misma y en mi autoestima que por muchas lunas y dragones que utilice para afrontarlos, no han podido ser borradas porque fueron muchos años, tiempo y daño dedicados a dejarlas marcadas, no en la piel pero si en mi corazón.

Porque no todos nacemos con un dragón dentro que somos capaces de sacar para escupir fuego cuando alguien está directamente atacándonos. Porque solo un invisible entiende lo duro que es pasar desapercibido ante los mil ojos que día a día te miran sin ver y te juzgan sin saber.

Como bien indica Eloy Moreno, en la misma novela que lleva este nombre, lo peor no son los golpes físicos o emocionales. Es el vacío, el no sentirte parte, el desprecio y rechazo, y el que parezca que sólo tú eres capaz de verlo y sentirlo. Eso, el convencerte de que eres invisible o llegar a creerte que de verdad tienes un defecto porque es imposible que alguien, ni siquiera una persona sea capaz de verte.

Y por eso es tan importante que empecemos a hacerlo visible, que todos lo vean y entiendan que no solo es el que lo hace sino el se queda mirando mientras cada vez más, lentamente, va haciéndose más pequeña y desapareciendo ante él la otra persona que ha elegido como verdugo por diversión.

Hace tiempo que deje de sentirme invisible, pero a día de hoy sigo luchando para que mi voz suene más alta que el miedo cuando los ecos del pasado vuelven a invadir mi mente.

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Sobre mí

Sobre mí

Vivo en todas y en ninguna parte, conozco más mundo del que mis ojos me han permitido ver, viajo más allá de los límites que el mundo me impone, siento emociones desconocidas en mi propia piel, descubro fantasías como si de la realidad se tratasen.

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