Hugo paró el coche en aquel lugar poco habitual, cuando parecía que ya la cita había llegado a su fin, pero lo que no sabía su acompañante es que aquello solo era el comienzo.
No sabía cómo expresar sus sentimientos, cómo mostrarle aquel secreto que llevaba tiempo ocultando pero que luchaba día a día por intentar ver la luz en su mundo, en aquella que iba a ser su nueva realidad.
Sus palabras comenzaron a agolparse en su boca y a buscar salida a través de sus ojos que se llenaban de lágrimas, a la vez que surgía en su boca, una sonrisa y pronunciaba las palabras de su liberación. Y una vez había verbalizado el mensaje, pudo ver en los ojos de su acompañante, sorpresa. Sorpresa, y alegría camuflada de miedo por no saber qué hacer, decir o actuar ante aquello.
Sin embargo, Emma, su acompañante, enseguida supo qué hacer. Enseguida lo vio. Porque aquello no sería más que la mejor alegría que cerraría aquel año caótico y feliz. Porque a partir de aquel momento, sabía que cada vez sería más fuerte, estarían más cerca. Porque instintivamente, reaccionó en un sentimiento de protección que desconocía en sí misma hasta entonces, y sintió cómo calentaba su pecho, el amor más profundo si cabe, hacia aquellos transparentes ojos que temerosos se lanzaban a un abismo desconocido hasta entonces.
Y poco a poco, lo que comenzó aquel día en aquel coche, continúo creciendo con más luz, ilusión y alegría, arrinconando al miedo y desplazándolo a aquel lugar oscuro que no tenía cabida en este momento de sus vidas. Se transformó en planes, en lugares que ver y visitar, en experiencias que buscar y compartir, se transformó en su TODO.
Porque desde hacía años, se habían hecho una promesa, aunque nunca hubiera sido necesario reflejarla en palabras o llevarla por escrito en un papel. Porque todo aquello que sintiera una de sus pieles, que doliera en uno de sus corazones, que activara cada uno de sus sentidos, lo iba a ser en cada uno de sus cuerpos, mentes y corazones, fuera quien fuera el protagonista de la historia.
Porque desde ese día, desde ese momento, lo único que estaba presente en cada llamada, en cada momento, en cada pensamiento, era la alegría y la ilusión, que crecía y se alimentaba del amor más puro e incondicional que llevaban dentro. Porque desde ese día, lo desconocido solo sería la puerta de entrada a un nuevo mundo, en el que sellarían, almacenarían y lucharían contra cada sentimiento, contra cada lágrima, contra la desesperación, la risa y el caos pero sobre todo, en el que descubrirían por primera vez, la vida y aprenderían día a día a ser, juntos.
