A veces me pregunto por qué la vida nos pone en situaciones tan injustas.
A veces me pregunto por qué nos sentimos perdidos en un camino que ya creíamos conocer.
A veces me pregunto por qué las ganas no son suficientes para ganarle la carrera a la comodidad.
A veces me pregunto por qué las ilusiones desaparecen de la misma manera que llegan para llenarlo todo de luz.
A veces me pregunto por qué somos incapaces de reconocer o valorar nuestros propios méritos sin esperar que nadie nos reafirme en ello.
Y, a veces, me pregunto por que no somos capaces de vivir sin tantas preguntas.
Porque la realidad es que en aquellos elementos que nos dan vida y felicidad nunca hay dudas, no hay frenos.
Porque en el amor no es necesario preguntarse nada para sentirlo todo.
Porque en los sueños no hace falta materializar nada para disfrutar con la imaginación.
Porque para vivir solamente necesitas respirar, sin más.
Y las preguntas pueden conducirte directamente a la falta de aire con que llenar tus pulmones.
Por eso, a veces y solo a veces, me pregunto si ya es hora de empezar a sentir antes de pensar,
sin preguntas que resten,
con decisiones que sumen.
