“2020, espero que seas igual o más increíble que este año que despedimos hoy”
Eso escribía el 31 de diciembre de 2019. Teníamos muchas expectativas de ti, 2020.
Sin embargo, hoy no podemos decir que hayas cumplido nuestros deseos.
Has traído lágrimas, distancia, despedidas, agonía, incertidumbre. Y lo peor de todo, nos has quitado la libertad.
Te recordaremos siempre, como el peor inicio de año de la historia de nuestro país, y del mundo.
Pero también has sido el que mas nos ha enseñado. Por la fuerza, por obligación.
A darnos cuenta que no necesitábamos nada más que a nosotros mismos, a nuestra familia, a nuestros amigos, a los demás para ser felices.
Que la soledad no es tan bonita si no la escogemos voluntariamente.
Que la vida no se vive en las tiendas, los bares, o los viajes. Que aunque sean un bonito medio, no es lo que más echamos de menos en estos momentos.
Que se puede sobrevivir en un hogar, independientemente de los metros cuadrados que tenga, si hay amor.
Que podemos convivir respetando el resto de recursos que la naturaleza nos ofrece.
Que somos seres sociales. Y que necesitamos a los nuestros. Abrazarnos, reírnos, o simplemente mirarnos sin una pantalla que nos separe.
2020, no hemos empezado muy bien. Pero aún no hemos acabado. Nos quedan muchos meses por compartir y muchas alegrías que vivir.
Sigamos luchando y resistiendo para que este año, sea nuestro año como pensábamos en diciembre.
Un año que nos ha obligado a ser resilientes, y que nos ha enseñado a darnos cuenta y a valorar que con poco, se puede tener todo.
