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Relatos

Relatos

Entre libros

por Auro abril 23, 2020

Y recorría los caminos del Retiro con la emoción de hallarse en aquel lugar en ese preciso momento.

Y se adentraba con su mirada en cada caseta para viajar a aquellos nuevos mundos.

Y se inundaba del aroma de las páginas nuevas impresas, aún sin descubrir pero llenas de vida.

Y se teletransportaba a todas y cada una de aquellas historias que llevaba almacenadas en su mente con cada nuevo libro que sumaba a su inventario

Y la mezcla entre la naturaleza, el entorno, la creatividad y el talento, hacían que aquel lugar, cada año, tuviera toda la magia que siempre había encontrado en los libros.

Historias llenas de luz, de emoción, de realidad y de fantasía. Pero sobre todo historias que le daban la libertad de descubrirlas y de descubrirse a sí misma en cada uno de sus propios capítulos de vida. 

Y es que en los libros siempre encontró el mejor refugio y la mayor fuente de conocimientos, inspiración, sueños, sentimientos….

Ellos, le enseñaron que en la imaginación y en las historias hay vida, y ¿acaso es menos real por estar contenida en un libro? 

abril 23, 2020 0 comentarios
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Relato de magia

por Auro abril 2, 2020

Desde pequeña podía pasarme tardes enteras pegada a la pantalla del televisor mientras escuchaba a lo lejos el sonido de las palomitas que mi abuela nos preparaba para acompañar el reestreno a mi hermana y a mi. Recuerdo que las hacía en un caldero, a oído, al “pop”, sin que existieran ondas, así rural, reflejando su eterna esencia.

Y mientras veíamos por quinta vez la misma película comiendo palomitas, era capaz de nuevo de teletransportarme a aquellos mundos de luz, de color, y de magia. De las princesas bellas, elegantes, felices, y también de las luchadoras, las guerreras, las incomprendidas. Así como también de aquellos animales callejeros, con suerte, o de los leones que luchaban por mantener su reino. De animales amados y que amaban, de animales con sentimientos, realidades y en definitiva, vivos, como siempre los concebí en mi vida. 

He de decir que mis películas preferidas eran aquellas historias de princesas desfavorecida o desconocidas que finalmente lograban sobrevivir y conseguir su objetivo, para convertirse en una elegante y adulta mujer, con más o menos aspiraciones, pero con príncipe incluido, por supuesto. A día de hoy, cuando revivo de nuevo esas películas, me doy cuenta que mis preferencias han cambiado un poco más. Que ya no me es suficiente con la historia romántica de chica conoce a chico. Que me emociono más, mucho más con la historia de amor de dos hermanas, con la valentía de aquella que se opone a lo que se espera de ella, o con la lucha incansable por defender la naturaleza de aquellas que navegan sin rumbo. En definitiva, donde el final feliz que importa es el auto descubrimiento y no únicamente el enamorarse. Mis “heroínas Disney” han cambiado, aunque tenga claro que todos y cada uno de los elementos, los del pasado y el presente, incluyendo el amor romántico han formado y seguirán formando eternamente parte de mi vida.

Me siento orgullosa de poder decir que esas tardes de películas repetidas una tras otra, con mi hermana siempre, y que aún me ilusionan a día de hoy, me han reafirmado en dos de los valores más importantes que han guiado el camino de mi vida: perseguir mis sueños y no perder nunca la ilusión.

Hace dos años, tuve la gran oportunidad de cumplir uno de los deseos más fuertes de mi infancia. Vivir de primera mano ese mundo Disney, integrarme en sus escenarios, descubrir cada rincón mágico. En definitiva, conocer esa realidad que siempre había estado en mis sueños y detrás de aquella pantalla.

Aún hoy recuerdo como si estuviera allí, la sonrisa perpetua de felicidad en mi rostro, la ilusión contenida mientras esperaba a que abrieran las puertas de ese pequeño paraíso, y la magia que aún ese fantástico mundo consigue despertar en mi corazón. 

Y sí, lo viví con 26 años, pero ¿sabes qué? Mi experiencia me demostró que no hay edad para disfrutar de ese mundo mágico con la ilusión de una niña, ni tampoco que hay edad, ni la habrá nunca, para dejar de soñar. 

abril 2, 2020 0 comentarios
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Relatos

Relato de una guerrera

por Auro marzo 4, 2020

A una compañera de aventuras. Recuerda que siempre seguiremos trabajando juntas por todas aquellas que nos quedan por vivir.

Y allí, mientras la veía recoger sus cosas, se dio cuenta que nunca se iría de su lado.


Porque aunque todo sonara a despedida, estaba segura que sólo sería un nuevo comienzo, aunque el inicio fuera tan difícil de abordar de nuevo.


Y mientras veía su reflejo rojo, se sintió feliz de haberla conocido y de haber compartido momentos tan importantes de su vida con ella.


Porque todos hablan de la pérdida que supone, el no tener contacto diariamente, el perder un eslabón de la cadena que te mantiene unida, pero ella estaba segura de que en su caso, eso no sucedería, siempre sería una ganancia.


La honestidad y sinceridad transmitida desde el primer día, la transparencia, la fuerza, la confianza. Eso son valores que solo coexisten en las grandes personas, y ella estaba segura de que una de las más grandes estaba en ese momento cruzando el umbral de la puerta física, aunque no emocional, que las separaría.


Y es que la amistad no tiene que ser perfecta, ni tiene que consistir en verse cada día, ni tiene que surgir en el tiempo libre. Ella había encontrado allí amistad de verdad.


Y es que sentía, en lo más profundo de su corazón, que aquello en lugar de separarlas, las unía aún más si cabe y que siempre, siempre, sería su guerrera, capaz de levantarse una vez más y luchar para conseguir aquello y más de lo que el mundo le debía.

marzo 4, 2020 0 comentarios
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Relatos

Relato de una realidad

por Auro febrero 24, 2020

Un día cualquiera en el metro.

Hay un hombre que camina con la mirada perdida hacia el final del vagón.

Decidiendo cuando reunirá el valor suficiente para usar el último recurso que ha encontrado.

Valorando si ha escogido un buen escenario en el que alzar su voz

Deseando que al menos, la vergüenza que lo carcome no sea en vano.

Y allí está, deambulando con las pocas energías que la vida le ha dejado, a través de aquel vagón de metro.

Dónde no hace tanto, él se encontraba entre aquella multitud que se dirigía a sus trabajos, a sus rutinas. 

Y se detiene sosteniéndose con su brazo a la última barra de esperanza que le queda para reconducir su vida. 

Y tras sentir la opresión en su garganta mientras pronuncia aquellas frases, por fin consigue pedir ayuda. 

-“Soy un padre de familia…”

Y es que, hay que tener valor para confesar esa realidad que cada uno lleva dentro. Esa realidad que probablemente ese hombre, se ha esforzado por negar día tras día para que, en vano, no le alcanzase. Esa realidad de la que creía que sería más fácil escapar.

Esa realidad que todos sabemos que existe pero donde lo más cómodo es mirar hacia otro lado. 

Esa realidad donde lo más sencillo para los oyentes es subir el volumen de la música para no escuchar sus palabras, mantener la vista en el libro para no chocar de bruces con la decrépita imagen, o cambiarse de sitio en el vagón por confundir la necesidad con la delincuencia. 

Y mientras ese hombre, tendrá que repetir cada mañana el mismo discurso como última esperanza para poder divisar un rayo de luz, su valentía, su esfuerzo y su plegaria, se desvanecerán con el silencio de las puertas al cerrarse en la siguiente estación. 

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Otra vez, adiós.

por Auro enero 8, 2020

Y la costumbre no sustituye a la tristeza que inunda su interior cada vez que se repite de nuevo el adiós. 

Y aún siendo habitual, tras haberse repetido más que nunca en este año, no hay vez que no sienta un pequeño desgarro en su corazón. 

El trayecto en coche hasta allí hace que lentamente vea cómo se aproxima de nuevo un destino, que aunque desea, arrastra la sombra de aquellos que se quedan al otro lado, esperando con la incertidumbre de no saber cuándo será la próxima vez que vuelvan a estar juntos. 

La delgada línea que los separa en el aeropuerto, aquella que les recuerda que aún viéndose a menos de diez metros de distancia, ya no podrán volver atrás a darse un último abrazo. Ese abrazo interminable, necesario, que desearía que fuera un bucle infinito que se repita una y otra vez. Ese abrazo que saben que tanto añorarán hasta la próxima vez, mientras calman sus ansias a través de una videollamada. 

Y ya está, se cierran esos días, esas sensaciones, esos momentos. Que aunque sin duda se volverán a repetir siempre, ahí se quedan, guardados, esperando y haciendo planes con la intención de que el tiempo le gane la carrera a la tristeza. 

Y aunque saben que no hay distancia que los separe en su interior, ahí está en un avión que se separa del suelo para recordarle que de nuevo, deja atrás aquella gran sombra, a ellos. 

Y a medida que se aleja y la humedad salada de sus mejillas se va secando se convence de que podrán superarlo, de que siempre estarán ahí, y de que tan solo están a pocos centímetros de distancia en su corazón.

Y es que la única manera que encuentra de combatir la distancia física es la de refugiarse en su felicidad, en la de saber que se dirige a su hogar, a su vida, a aquella por la que siempre ha soñado y luchado y que ya por fin la tiene ahí, al otro lado. Con ellos, con él. 

Y aún así, siempre odiará el adiós, porque aunque sea un hasta luego, nunca ha sido tan difícil despedirse de lo que vive y siempre crecerá en ella.

De ellos, de ellas, del Puerto al que acabante de irse, ya ansía volver. 

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Relato de una ilusión

por Auro diciembre 22, 2019

Hugo paró el coche en aquel lugar poco habitual, cuando parecía que ya la cita había llegado a su fin, pero lo que no sabía su acompañante es que aquello solo era el comienzo.

No sabía cómo expresar sus sentimientos, cómo mostrarle aquel secreto que llevaba tiempo ocultando pero que luchaba día a día por intentar ver la luz en su mundo, en aquella que iba a ser su nueva realidad.

Sus palabras comenzaron a agolparse en su boca y a buscar salida a través de sus ojos que se llenaban de lágrimas, a la vez que surgía en su boca, una sonrisa y pronunciaba las palabras de su liberación. Y una vez había verbalizado el mensaje, pudo ver en los ojos de su acompañante, sorpresa. Sorpresa, y alegría camuflada de miedo por no saber qué hacer, decir o actuar ante aquello.

Sin embargo, Emma, su acompañante, enseguida supo qué hacer. Enseguida lo vio. Porque aquello no sería más que la mejor alegría que cerraría aquel año caótico y feliz. Porque a partir de aquel momento, sabía que cada vez sería más fuerte, estarían más cerca. Porque instintivamente, reaccionó en un sentimiento de protección que desconocía en sí misma hasta entonces, y sintió cómo calentaba su pecho, el amor más profundo si cabe, hacia aquellos transparentes ojos que temerosos se lanzaban a un abismo desconocido hasta entonces.

Y poco a poco, lo que comenzó aquel día en aquel coche, continúo creciendo con más luz, ilusión y alegría, arrinconando al miedo y desplazándolo a aquel lugar oscuro que no tenía cabida en este momento de sus vidas. Se transformó en planes, en lugares que ver y visitar, en experiencias que buscar y compartir, se transformó en su TODO.

Porque desde hacía años, se habían hecho una promesa, aunque nunca hubiera sido necesario reflejarla en palabras o llevarla por escrito en un papel. Porque todo aquello que sintiera una de sus pieles, que doliera en uno de sus corazones, que activara cada uno de sus sentidos, lo iba a ser en cada uno de sus cuerpos, mentes y corazones, fuera quien fuera el protagonista de la historia.

Porque desde ese día, desde ese momento, lo único que estaba presente en cada llamada, en cada momento, en cada pensamiento, era la alegría y la ilusión, que crecía y se alimentaba del amor más puro e incondicional que llevaban dentro. Porque desde ese día, lo desconocido solo sería la puerta de entrada a un nuevo mundo, en el que sellarían, almacenarían y lucharían contra cada sentimiento, contra cada lágrima, contra la desesperación, la risa y el caos pero sobre todo, en el que descubrirían por primera vez, la vida y aprenderían día a día a ser, juntos.

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Relatos

Relato de un monstruo

por Auro diciembre 17, 2019


No podía creer lo que mis ojos leían en aquella noticia que acababa de cruzarse en el primer panel de las redes sociales. 

La imagen, el texto, se había quedado grabado en mi mente. 

La historia que escondía detrás. La historia de aquel horror, de un monstruo. 

Un ser producto de un experimento ideado por aquellos que osan creerse ya no por encima de aquellos, los seres más indefensos sino que se sitúan a sí mismos como el mismo Dios o por encima de la naturaleza. 

Y la pregunta se repetía constantemente en mi cabeza: ¿como es posible que usemos la capacidad de analizar y modificar elementos biológicos que son tan importantes para la cura de ciertas enfermedades, como un instrumento de juguete y divertimento para originar una criatura producto de la artificialidad?

Un ser, una criatura que tiene capacidad de sentir, de pensar. Instinto de supervivencia, de vivir, de anhelar. Porque si somos capaces de crear vida, lo mínimo que deberíamos hacer es pararnos a pensar en si se cumplirán las condiciones naturales necesarias para que ese ser pueda poseer el mismo derecho de plenitud y bienestar vital, no de sufrimiento. 

No daba crédito a lo que mi cerebro trataba de procesar porque era incapaz de entender como alguien que albergue un corazón que por encima de latir, sienta, sea capaz de jugar de esta manera con el corazón de ese otro ser. 

Y así fue como leí este caso en el que se había creado un monstruo. Un tigre-león que surgió del cruce de un león y un tigre en un zoo porque se les ocurrió la brillante idea de crear una nueva criatura para el divertimento y la expectación. Esta situación no se da nunca, jamas, en la naturaleza. Es como si se cruzaran dos especies, de las que prefiero no indicar ejemplos pero de las que estoy segura que jamás nos plantearíamos investigar para crear un nuevo ser en la escala “humana”. 

Un animal que sufre hoy las consecuencias de lo que para otros fue una manera de sentirse un dios, un inigualable. Un ser que tiene serios problemas físicos para poder sobrevivir y que es imposible que esté libre en un entorno natural, donde debería vivir, no en un escaparate en el que estar expuesto.  Porque es un extraño en su propio cuerpo, pero por encima de todo, sigue siendo un ser, vivo. 

Y por eso, rápidamente me di cuenta de que no era él o ellos los monstruos. Los monstruos eran aquellos que habían jugado con sus capacidades, con sus sentimientos, con su vida. 

Eran aquellos que lo habían concebido como un objeto para divertir, para entretener, pero que habían sido incapaces de tener en cuenta sus miedos, sus diferencias, sus sentimientos y sobre todo, sus necesidades y fines vitales. 

Porque no estamos hechos de órganos anatómicos que se combinan y se enchufan a la corriente y se ponen a funcionar. Porque si, así nos mantienen vivos pero en ningún caso este mecanismo es suficiente para tener una vida plena.

Porque está ahí, detrás de cada latido, de cada impulso nervioso, de cada estímulo que procesamos por nuestros sentidos. Es la interpretación, el sentido, la necesidad, la percepción. Es todo aquello que le da un significado a todo ese mecanismo interno que funciona como el motor para mantenernos en marcha pero que sin meta, sueños, objetivos, está tan vacío e inexistente que no sirve, no funciona. 

Porque lo importante no es el envoltorio, es lo que está dentro. Lo que nos mueve, lo que nos empuja a disfrutar de la vida. 

Y por eso, me produce la mayor de las tristezas ver cómo hay monstruos capaces de fabricar y jugar con la vida de esos seres indefensos que cuando abren sus ojos al mundo, solo buscan esa plenitud y disfrute vital que tenemos todos al nacer. 

¿Por que entonces ofrecerles una vida que no van a ser capaces de conocer más allá del sufrimiento y la indefensión? ¿Por que no ver más allá de la anatomía que los mantiene vivos sin percibir lo que interiormente van a ser incapaces de ser y sentir?

Simplemente, porque un monstruo decidió fabricar una idea, olvidándose de que el elemento principal que necesitaba para dar con el resultado deseado era sacrificar una vida. 

diciembre 17, 2019 0 comentarios
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Relatos

Relato de un lugar maravilloso

por Auro noviembre 18, 2019

Desde que despertó ese día, su mirada iluminaba cualquier rincón al que dirigía sus grandes ojos. Un estado de nerviosismo recorría su cuerpo internamente como pocas veces antes había sentido.

Ya no sólo estaba feliz por despertar en un lugar diferente que apenas estaba descubriendo, en un país lleno de cultura, respeto, tranquilidad y felicidad. Un país en el que cada sitio visitado, a pesar de ser una gran ciudad, se les mostraba como un entorno de lo más familiar y peculiar, en el que convivían distintas tendencias, personas, música y ambientes, pero en el que existía el respeto y la tolerancia como base para la armonía de todos y cada uno de sus elementos.

Y además de eso, estaba doblemente feliz porque hoy visitarían ese lugar maravilloso que tantas veces había imaginado. Y aunque ya había experimentado la ilusión y la alegría infinita de entrar a un mundo mágico el año anterior en su visita a aquel territorio Disney, sabía que esto sería completamente diferente.

A medida que se iban aproximando al lugar, iba sintiendo como su ansiedad, sus ganas, crecían hasta casi desbordarse dentro de sí. Se sentía como cuando eres niño el día de reyes. Esa ilusión infantil, esa alegría que trataba de contener con todas sus fuerzas por esa vergüenza adulta inútil aunque su sonrisa delatara la explosión de sentimientos que habitaba en ese momento en su ser.

Y así fue como entraron en el parque, aún en el bus. Y su corazón saltaba con cada latido cuando vio al primero de ellos. Fue una experiencia única desde el principio. Entró a ese lugar sagrado que pronto se convertiría en uno de sus lugares preferidos del mundo: el parque de Nara, con sus habitantes especiales, sus ciervos y ciervas.

Y aunque a algunos pueda resultarle exagerado, para ella no lo era, nunca lo es. No lo es cuando se trata de ellos, de los animales. Esos que acompañan nuestra vida desde los inicios y a los que poco a poco hemos ido ahuyentando de cada lugar para relegarlos a una escala inferior de seres vivos, tristemente cada vez más despojados de derechos.

Y es que para ella fue indescriptible. Verlo, verlos. En grupo, en solitario, bajo la sombra de un árbol, en el sol, mojados por el agua del río, siendo ellos. Siendo libres. Y esa libertad precisamente fue lo que la hizo emocionarse hasta el punto de sentir sus ojos llenos de lágrimas de felicidad. Porque veía cómo convivían con los humanos como uno más, cómo eran los habitantes principales de aquel lugar y ellos, los humanos, éramos meros espectadores de su forma de vida, de su actividad.

Porque los ciervos marcaban los pasos que querían en su camino. Porque acudían a ellos, interesadamente en busca de galletas, pero sin rencor y con el respeto que tantas veces se nos olvida a aquellos que supuestamente dominamos la palabra y la empatía. Saludaban con el respeto que habían visto a su alrededor, y hacían su petición, pero independientemente de los resultados que obtuvieran, se mantenían cerca, no huían de cualquiera de los bípedos que cruzaban e invadían su entorno y su habitat y mucho menos aún, eran capaces de atacarlos. Convivían sin miedo, con una mirada firme e incondicional en sus ojos, de esas llenas, plenas, de esas que solo ellos, los animales, son capaces de regalarnos.

Y ella se sentía en uno de sus lugares soñados. Porque esa era la sociedad con la que soñaba cada día, dónde humanos y animales, convivían de la mano, siendo sagrados los unos con los otros, no los unos sobre otros. Sintiendo el tacto de su duro pelaje y la suavidad de su interior exenta de miedo, odio o rencor. Sintiéndose rodeados, unos y otros, de amor, de sonrisas compartidas, de miradas que no necesitan palabras para entenderse. Porque al final expresan un único sentimiento: respeto.

Porque deseaba con todas sus fuerzas que el resto del mundo sintiera lo que ella era capaz de estar sintiendo en ese momento, y fuera capaz de ver lo que sus ojos le mostraban, más allá del aspecto físico o de la forma en la que caminaban, o de si eran capaces de razonar o no. Eran ellos, eran ellas. Las ciervas y los ciervos, caminando libres, dueños de su destino y respetando el medio igual que respetaban a los visitantes de aquel que era su paraíso.

Y es que una vez más, viéndose así, rodeada de aquellas emociones, de aquella ilusión y de aquella paz y tranquilidad que le regalaba el lugar, se dio cuenta de que quería seguir luchando por eso. Quería seguir avanzando por ellos. Para conseguir que el mundo no se dividiera entre personas y animales, para que compartiéramos derechos, espacios y lugares, para que la sociedad dejara de verlos como seres inferiores y pasaran a convivir con el mismo respeto que ellos son capaces de demostrarnos cada día cuando están libres de miedo y crueldad.

Porque a la vista estaba que, en aquella sociedad, donde esos hermosos seres jamás se verían observados a través de una mira que empujaba por su cañón la bala cruel que pondría fin sin derecho a una vida plena, la felicidad y el respeto se contagiaba y se respiraba en cada uno de los privilegiados que tenían la oportunidad de compartir un momento de su vida con ellos.

noviembre 18, 2019 0 comentarios
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Relatos

Relato de ausencias

por Auro noviembre 11, 2019

Y en la casa seguía aquel embriagador ambiente que siempre le recordaba que aún seguía allí. El sillón, testigo de tantas siestas bajo el sonido atenuado de la televisión que buscaba sin éxito entretener con cada programa, tertulia, o documental; los murmullos en la cocina, donde compartía cada cena o comida, acompañado de conversaciones que fluían en el aire entre risas, e incluso silencios, en los que solo las miradas bastaban para sentirse acompañados. Los paseos, con la ayuda de un tercer apoyo, que le permitía que sus pasos fueran más seguros, ahora que el tiempo dejaba paso a la pérdida de fuerza o habilidad para sostener su cuerpo, y sobre todo su corazón.

Porque estaba segura, que lo que más pesaba en todo él, después de tanto tiempo, era su corazón. Porque no entendía cómo aún siendo su cuerpo tan grande, era capaz de albergar aquel músculo que rebosaba amor y felicidad y alimentaba con este combustible su motor, para que nunca se quedara sin fuerzas para luchar. Porque en su cara, jamás encontró una gesto serio o preocupado, sino una sonrisa y una mirada que transmitían paz, amor y bondad. Porque jamás permitió por muchos obstáculos que tuviera en su vida, que la prisa, el tiempo y la tristeza, le ganaran la carrera a la vida, y por eso igual de tranquilo y feliz que vivió, se fue. Dejando sus corazones rotos en mil pedazos, pero sembrados con las semillas del amor que siempre cultivó para ellos y que siempre continúo regando para que florecieran con su luz.

Luchadora y fuerte hasta que un día, esa luz se apagó. Fueron innumerables las historias que escuchó de ti y que no hacían sino confirmarle aquello que ya había visto en sus ojos. Eras la luz de aquel que pasaba los años más determinantes de su vida, junto a ti, en cada rincón de tu refugio particular.

Y a pesar de que ella tuvo que convivir con los enemigos más duros como la soledad temprana, la pérdida y la incertidumbre, nunca falto la estela de amor que entregaba en cada momento a los suyos. Y por eso, jamás olvidaría esa manita, fuerte, a pesar del temblor del tiempo, agarrándose a la suya y transmitiéndole el amor que su voz no tenía la fuerza de pronunciar en aquel momento. Y ella, decidió quedarse para siempre con aquel pequeño pero grandioso gesto, porque con eso sabía, que jamás la soltaría y que seguiría siempre tendiéndoles esa mano, fuerte y decidida.

Y no estaban preparadas para esa llamada que supuso que el mundo entero se paralizara, que su vida cambiara para siempre. Porque no se habían tenido que enfrentar con ese negro al final del camino jamás, y esta vez vino para quedarse de la manera más cruel en sus vidas, desgarrándolas por llevarse consigo, de la mano, aquella dulce joven que injustamente había decidido convertir muy pronto en ángel. Y parecía imposible salir de aquella oscuridad, pero poco a poco, el recuerdo de su risa, las atraía más y más a ser capaces de vivir por ella, aquello que el destino había sido tan egoísta de quitar de su camino: aquellas experiencias con las que siempre soñaban, aquellos bailes hasta la madrugada que fueron siempre insuficientes, aquellas conversaciones de ayuda y guía para avanzar, para estudiar, para irse construyendo una vida, sus vidas.

Porque aunque nunca lo expresaron con palabras, siempre fue y sería su referente. Aquel espejo en el que mirarse y verse reflejadas unos años más adelante, cuando llegaran al momento vital en el que ella se encontraba. Y por eso fue tan duro saber que no iba a estar presente en cada paso, en cada momento de orgullo, ella por ser la primera, y ellas orgullosas por haber seguido sus pasos. Porque un noviembre, frío y cruel, la vida decidió que solo podría ser ese pilar en el que construir sus vidas hasta un momento muy pronto y repentino, en el que aún apenas, todas pero sobre todo ella, estaba empezando a vivir. Y así fue como se llevó sus ilusiones y con la fuerza de su risa, ellas se prometieron encargarse firmemente de vivir siempre multiplicado por dos cualquier momento especial, en el que ella, se merecía haber estado, sujetando sus manos, siendo cuatro otra vez.

Y a pesar de ser un relato de pérdidas, mientras escribe, visualiza cada letra llena de color, de vida. Porque le gusta pensar, que como en la película de Coco, aunque no sólo sea una vez al año, todos ellos cruzan cuando desean, ese puente lleno de luz, para compartir con con todos esos corazones frágiles al otro lado, el calor y el amor necesario, en forma de música, aire, lluvia, susurros y guirnarldas de colores. Para así recordarles, recordarnos, que siempre, seguirán presentes en cada momento de vida, porque mientras sigamos guardando ese lugar privilegiado de refugio en nuestros corazones, nunca desaparecerán.

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Relatos

Relato de su memoria

por Auro diciembre 10, 2018

Y todo empieza muy lento y apenas perceptible para su realidad hasta que el tiempo consigue por fin atraparla.

Y con ello, la oscuridad se apodera sigilosamente de los lugares mejor conservados por su mente hasta el momento. Comienza a penetrar en los fragmentos de su vida que han quedado almacenados bajo la llave de su consciencia, pero aún más, comienza a instalarse y a desgarrar poco a poco, el motor con el que es capaz de percibir su realidad diaria.

Los recuerdos actúan como pupilas que se ciegan cuando el foco de luz las deslumbra porque las apunta directamente. Sin compasión, sin dar tiempo a que adquieran el tamaño idóneo para ver en esas nuevas condiciones. Como gotas de agua que no se mantienen con la misma forma sino que se deslizan amoldándose a la superficie en la que caigan, distorsionándose de la forma original.

El miedo se esconde tras una sonrisa, cuando en un momento se para el tiempo y las palabras aparecen sujetas por la voz del otro, pero sin un escenario que a su cerebro le permita representar lo que significan. 

El silencio y la necesidad de llenar estos momentos para que no se interpreten como ausencias. Ausencias de recuerdos, de comprensión, de memoria, que sin embargo, muchas veces son una mejor alternativa que los recursos inconexos que su mente le ofrece para rellenar.

El abandono en pequeñas cosas. El abandono de todos aquellos para los que son incapaces de mantener la misma mirada de siempre, fiel a sus sentimientos, sin condicionarse por las muestras de una realidad inminente que es imposible de evitar, pero que tanto cuesta admitir.

Y es que la oscuridad, el miedo, los recuerdos y el silencio se multiplican en ella cuando percibe que su realidad ha cambiado. Porque su realidad no es solo su memoria. Porque aunque su mente cambie, sus sentimientos no van únicamente ligados a recuerdos.

Porque sigue sintiendo igual que siempre el calor del tacto de tu mano que le ayuda a mantener la suya firme, el terciopelo de tu voz que le ayuda a disipar sus dudas, la suavidad de tus labios cuando le besas la mejilla como has hecho desde que eras niño, el sonido de tu risa cuando quiere ser capaz de olvidar voluntariamente. 

Porque sigue estando, sigue siendo ella. Y necesita, quizá mas que nunca, que la ayudes a cuidar esa realidad.

Y yo se que está en ti. Siempre esa luz estará en ti. Escondida en cualquier rincón al que aunque tu mente no tiene acceso, se mantiene ahí, impertérrito.Escuchando, viendo y sintiendo. Igual que siempre, porque siempre serás tú, porque siempre estará en ti.

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Sobre mí

Sobre mí

Vivo en todas y en ninguna parte, conozco más mundo del que mis ojos me han permitido ver, viajo más allá de los límites que el mundo me impone, siento emociones desconocidas en mi propia piel, descubro fantasías como si de la realidad se tratasen.

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