Y todo empieza muy lento y apenas perceptible para su realidad hasta que el tiempo consigue por fin atraparla.
Y con ello, la oscuridad se apodera sigilosamente de los lugares mejor conservados por su mente hasta el momento. Comienza a penetrar en los fragmentos de su vida que han quedado almacenados bajo la llave de su consciencia, pero aún más, comienza a instalarse y a desgarrar poco a poco, el motor con el que es capaz de percibir su realidad diaria.
Los recuerdos actúan como pupilas que se ciegan cuando el foco de luz las deslumbra porque las apunta directamente. Sin compasión, sin dar tiempo a que adquieran el tamaño idóneo para ver en esas nuevas condiciones. Como gotas de agua que no se mantienen con la misma forma sino que se deslizan amoldándose a la superficie en la que caigan, distorsionándose de la forma original.
El miedo se esconde tras una sonrisa, cuando en un momento se para el tiempo y las palabras aparecen sujetas por la voz del otro, pero sin un escenario que a su cerebro le permita representar lo que significan.
El silencio y la necesidad de llenar estos momentos para que no se interpreten como ausencias. Ausencias de recuerdos, de comprensión, de memoria, que sin embargo, muchas veces son una mejor alternativa que los recursos inconexos que su mente le ofrece para rellenar.
El abandono en pequeñas cosas. El abandono de todos aquellos para los que son incapaces de mantener la misma mirada de siempre, fiel a sus sentimientos, sin condicionarse por las muestras de una realidad inminente que es imposible de evitar, pero que tanto cuesta admitir.
Y es que la oscuridad, el miedo, los recuerdos y el silencio se multiplican en ella cuando percibe que su realidad ha cambiado. Porque su realidad no es solo su memoria. Porque aunque su mente cambie, sus sentimientos no van únicamente ligados a recuerdos.
Porque sigue sintiendo igual que siempre el calor del tacto de tu mano que le ayuda a mantener la suya firme, el terciopelo de tu voz que le ayuda a disipar sus dudas, la suavidad de tus labios cuando le besas la mejilla como has hecho desde que eras niño, el sonido de tu risa cuando quiere ser capaz de olvidar voluntariamente.
Porque sigue estando, sigue siendo ella. Y necesita, quizá mas que nunca, que la ayudes a cuidar esa realidad.
Y yo se que está en ti. Siempre esa luz estará en ti. Escondida en cualquier rincón al que aunque tu mente no tiene acceso, se mantiene ahí, impertérrito.Escuchando, viendo y sintiendo. Igual que siempre, porque siempre serás tú, porque siempre estará en ti.
