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Relatos

Relatos

Relato de una pasión

por Auro abril 24, 2017

Sus ojos se deslizaban por sus recuerdos más profundos: laberintos subterráneos recorridos en la oscuridad, aquel hombre de gustos misteriosos al que había conocido, problemas de adolescentes resueltos con el apoyo de sus incomprendidos amigos, casas que ocultaban fantasmas del pasado, bosques mágicos con crímenes teñidos de sangre de criaturas mitológicas, el chico sin hogar que había encontrado en su gato un fiel compañero, universitarios recorriendo las calles de Madrid, investigadores que se afanaban en descubrir delitos que se relacionaban directamente con ellos mismos, biografías de genios que habían empezado siendo personas de espíritu pobre, claves de felicidad proporcionadas por aquel que en más de una ocasión le había repetido la misma doctrina…


Y es que vivía en todas y en ninguna parte, conocía más mundo del que sus ojos le habían permitido ver, viajaba más allá de los límites que el mundo le imponían, sentía emociones desconocidas en su propia piel, descubría fantasías como si fuesen realidad.


Y es que podía sentir el olor a nuevas aventuras, el recuerdo de historias vividas tiempo atrás, el color de las páginas blancas o amarillas, la rutina o la adicción, el principio y el final.


Y recordaba las noches en vela sin poder parar, las tardes de lluvia refugiada en su hogar, las horas de hastío convertidas en pasión, la tristeza transformada en alegría, o alegría en tristeza, la desconexión de la realidad que siempre obtenía.


Y sintiéndose afortunada por haber conocido a los responsables de esas sensaciones únicas que surgían desbocadas ante la tinta escrita o digital, decidió abandonarse de nuevo a aquellas historias en las que solo hacía falta ella misma y aquel mundo que se mostraba ante sus ojos como un lienzo, aunque no en blanco
Y es que los libros le habían regalado muchos instantes de vida, palabras convertidas en escritura que la adentraban más y más en historias donde fácilmente ocupaba el lugar de la protagonista, donde se dejaba llevar sin importarle el tiempo, el frío, o el calor, donde solo quería sentirse parte de aquel relato hasta el punto de confundir la realidad escrita con su propia realidad. 


Y es que no sabía si ella los devoraba o los libros la devoraban a ella, pero lo que sí sabía es que gracias a ellos había conocido la mejor dedicación en la que solo hacía falta ella misma y aquel mundo que alguien había decidido escribir viviendo para que otros vivieran leyendo.

abril 24, 2017 0 comentarios
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Relatos

Relato de un sueño

por Auro febrero 1, 2017

Sus pulmones se alimentaban a base del poco aire que le quedaba ya por consumir, fruto de los esfuerzos invertidos en aquella maratón en la que ella sola se había propuesto participar hacía ya varios años.

A medida que corría se sentía con menos fuerza y más cansancio, se le hacía más duro dar otro paso hacia delante y la tentación de pararse a descansar y tomar aire crecía más en su interior. Pero sabía que no podía permitírselo, cada segundo era vital para conseguirlo.  No sabría como llegaría al final. No sabía si sería capaz de atravesar la meta con una sonrisa, con lágrimas, o si sería incapaz de llegar a ella, pero lo que sí tenía claro es que no iba a abandonar ni a rendirse sin antes haber dado lo mejor de ella.

Hacía mucho tiempo que recorría aquel camino una y otra vez y en todas ellas aunque había logrado atravesar la línea, nunca había tenido la suerte de llevarse el premio.

Aún así no había abandonado nunca la ilusión y a pesar de la monotonía al recorrer el camino, de la vista cada vez más cansada al admirar el mismo paisaje, de las piernas cada vez más pesadas para pisar sobre las marcas que sus pasos habían dejado años atrás, o para evitar pisar las mismas porque la conducían a errores.

A pesar de la frustración que le acompañaba por lo que había perdido, a pesar del tiempo que había invertido, a pesar de las lágrimas que la habían purificado y liberado, a pesar del vacío interior al terminar y no tener nada.

A pesar de la fatiga vital, de los momentos duros, de los “no puedo más”, de los sacrificios, a pesar de todos y cada uno de estos elementos que la frenaban y hacían que el recorrido costara el doble, no dejó de intentarlo, una vez más, al menos una más, como se decía cada año.

Y es que el abandonarlo era más difícil aún que todos esos inconvenientes que se iba encontrando por el camino. Porque abandonarlo significaba renunciar a si misma, a su significado, a su meta, a su búsqueda, a su principio. Porque era un sueño de realidad, una sana obsesión, un punto marcado en su existencia, un límite que deseaba superar. 

Porque después de tanto esfuerzo era inevitable no desearlo con más fuerza. Porque la acompañaban la pasión, las ganas, la necesidad, el deseo y la motivación. Porque necesitaba enseñarle al mundo lo que tenía dentro y sobre todo necesitaba enseñárselo a si misma y a ellos, a esos que tanto deseaban que alguien les dedicara esa pasión y confianza al menos una vez en sus vida.

Mientras reflexionaba sobre todo ello, al final del camino ya divisaba la meta otro año más y en su interior se mezclaban sentimientos de esperanza, confianza, incertidumbre y temor. Porque no sabía cuantos habrían cruzado la meta antes que ella, ni cuantos conseguirían el premio, ni si ella estaría dentro de los afortunados esta vez. Pero de lo que estaba segura es de que si no lo conseguía, la batalla entre su parte racional y emocional sería la más dura de todas para decidir si volver a participar en la misma carrera, o si por el contrario, renunciar y desviarse por otro sendero.

Pero, ¿y si lo conseguía esta vez? En ese caso estaba completamente segura de que su vida cambiaría para siempre y aunque no sabía cómo estaba exhausta y ansiosa por descubrirlo.

Ya veía la línea y mientras aceleraba sus pasos en un sprint final, sentía el roce de la brisa en su rostro que convertían las lágrimas de sus ojos en plegarias que la ayudaran en el impulso final, que le permitieran no tener que luchar de nuevo la misma batalla ni subir de nuevo los escalones por los que había descendido tantas veces, que le permitieran cruzar la meta para poder disfrutar del camino con tranquilidad, sin tener que volver a correr dejándose la piel y la vida, sin tener que volver a encontrarse a sí misma en aquella horrible oscuridad.

Y sintió como le costó romper la cinta cuando su torso empujado por sus piernas fuertes y fatigadas, por fin lo atravesó. Y de nuevo su mente se vio inundada por la pregunta que se repetía siempre ¿será esta vez?

febrero 1, 2017 0 comentarios
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Relato de una sorpresa

por Auro julio 24, 2016

Se despertó y ya podía sentir los nervios y la intranquilidad que la consumían por dentro mientras contaba las horas para que llegara ese momento.

Después de varias semanas buscando, cuando lo vio supo que era él. Sus grandes ojos y su pelaje blanco la hipnotizaron enseguida. Fue uno de los días que se levantó más decidida de la cama y mucho más temprano de lo que habría querido, porque su mente no dejaba de recordarle que aquel era el día que llevaba esperando siempre y tenía que salir todo perfecto.

Preparó toda la casa, una, dos, y tres veces hasta que no le quedo otra que esperar sentada a que pasaran las horas del reloj que parecía que nunca habían ido tan despacio como aquel día.

Y por fin, apareció. Desde que sus ojos se encontraron mutuamente supo que quería cuidarlo y protegerlo para siempre y sintió el amor más profundo que alguien puede sentir cuando sabe que ahora va a haber uno más en su familia. Porque para ella era eso, uno más, tan especial como cualquiera de los otros elementos que la componían.

Y es que desde pequeña había aprendido que el amor más puro, el sentimiento de incondicionalidad, la capacidad de saber que hacer en cada momento y el no sentirse solo nunca lo había conocido a través de los animales. No eran un divertimento ni un complemento a la vida, eran la vida y en ellos habitaban todas aquellas cosas que muchos humanos parecían haber perdido o sustituido. Porque no necesitan hablar para entendernos mejor que nadie, no necesitan pedir un abrazo o una caricia, simplemente saben como conseguirla con una mirada, no conocen la desconfianza y sobre todo, no se sienten obligados a amar o consolar, simplemente lo hacen.

Y allí estaba él, esa bolita peluda e indefensa que no sintió ningún miedo cuando nos quedamos solos y se alejo de aquellos que le habían regalado la vida. Porque todo él desprendía amor, calidez, ternura y curiosidad y por eso no perdió ni un segundo en empezar a conocernos. Empezaron a jugar mientras preparaban el escenario para la sorpresa y en cada movimiento que hacía detrás de su juguete, ella sentía como sus emociones afloraban cada vez más porque en esos pocos segundos ya había conquistado una parte de su corazón y de su nueva vida. Porque sabía que a partir de ahora iban a haber muchos juegos, carreras, intentos por fotografiar todas y cada una de sus posturas, vídeos de sus hazañas, travesuras y mordeduras a modo de despertador, pelos en la ropa y en la casa, maullidos, ronroneos y siestas enroscado entre nuestros brazos dándonos el calor que ninguna otra estufa podría darnos, cuidados, preocupaciones, enfados, arañazos y muchas más cosas… 


Pero sobre todo sabía que a partir de ahora su mundo iba a cambiar porque después de haber descubierto ese diamante su brillo jamás iba a dejar de deslumbrar el camino que les conduciría inevitablemente a la felicidad cuando estaban con él.

julio 24, 2016 0 comentarios
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Relatos

Relato de sensaciones

por Auro julio 7, 2016

Y solo tenía que deslizar la hoja de la ventana para encontrarse con lo que ya sabía que le esperaba después de que su sonido hubiera recorrido sus sentidos unos segundos antes. Cerrando los ojos para impregnarse de todas las sensaciones que le esperaban tras correr esa ventana, por fin la abrió…

Y a la vez que la deslizaba suavemente sintiendo la humedad que desprendía el cristal en la yema de sus dedos, su aroma inundó todo su interior. Ese aroma. Esa mezcla de tierra mojada y agua. Ese frescor natural que siente cómo refresca cada una de las partes secas de la tierra que han sido caladas por los rayos incesantes de luz del sol hasta lo más profundo, dejándolas sin vida.

Y a la vez que ese aroma la embriagaba y el sonido de las persistentes gotas la envolvían, asomaron recuerdos en su mente. El recuerdo de dejarse empapar cada uno de sus huesos para después llegar a casa y darse una ducha caliente que contrarrestara el frío del día. De los charcos surcados por los pasos de la gente que corre en busca de refugio. De pisar uno de esos charcos y que el agua calase hasta el pie olvidándose de la frontera que un zapato había intentado poner para protegerse y que sin embargo no había cumplido con su objetivo.

De chocolate caliente y abrigo. De libros y estudio. Del sonido de los coches por el asfalto mojado. De los paseos envueltos en ese olor. De las carreras hasta el coche. De las gotas zigzagueando por el cristal del coche en largos trayectos. De gatos mojados atusándose para secarse ellos mismos, rechazando la ayuda humana de una toalla. De película, sofá y manta. 

Y perdida en esos recuerdos mientras el olor a tierra era cada vez mayor y el sonido se desvanecía lentamente, se sintió afortunada.

Porque la lluvia le recordó que siempre es igual, esté en el lugar que esté. En el lugar donde ha pasado toda su vida o a muchos kilómetros. El sonido y el olor no cambia y los recuerdos que sólo la lluvia es capaz de evocar aparecerán siempre en cada gota o en cada trozo de tierra húmeda igual que desaparecerán con ella cuando la tierra haya sido purificada y las raíces estén nutridas para seguir creciendo con más fuerza…Aquí o allí.

julio 7, 2016 0 comentarios
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Relato de música

por Auro junio 27, 2016

Caminaba lo más tranquila que podía entre aquella nube de gente que parecía que necesitaban llegar los primeros a cualquier lugar que fuese su destino. Estaba cansada porque llevaba un día duro a sus espaldas, nervios, trabajo, frío y sobre todo, el tardar más de una hora en volver a casa. 

Se bajó en aquella estación y estaba todo igual que siempre. Frío, ni una sonrisa, una mirada, únicamente prisa. Prisa por llegar, prisa por volver, prisa por terminar el día o prisa por empezarlo. Pero en definitiva: prisa por ser más rápidos que el tiempo. 

Sin embargo, cuando estaba repasando mentalmente aquel día, lo escuchó. Ese sonido. Invadía toda la atmósfera de la estación, y aunque aún se encontraba muy lejos, se escuchaba casi desde que bajabas del tren.

Un violín, unos acordes, unas notas lejanas, una melodía convertida en susurro para los oídos de aquellos que supieran apreciarlo y se dejaran llevar por ella. Por la música. Y parecía que mientras caminaba la música la acompañaba en cada paso, en cada recuerdo y en cada pensamiento. Y fue así como sonrío y se alegró de tener que pasar por ese lugar para llegar a casa, a pesar de que tardara más o menos.

Porque la música había conseguido ponerle color a su día. Daba igual que el color fuera gris, rosa, azul, amarillo, negro o una mezcla de todos, porque lo que había conseguido era poner la banda sonora de aquel primer día y estaba segura de que así nunca se olvidaría de ninguno de los momentos que vivió ni de los pasos que dio. 

Y mientras se dejaba llevar, notó que sus ojos se llenaban de lágrimas. Y no supo entender por qué pero le gustó. Le gustó porque le hizo plantearse cuál era el motivo de aquella emoción. Y enseguida encontró la respuesta: la música había conseguido que salieran a resurgir todos aquellos sentimientos que desde hacia días, meses o años la perseguían.

Las despedidas, los abrazos ausentes de los seres queridos, la lejanía, las ganas de sentirse cerca, la sensación de fracaso de algunos momentos y la satisfacción de sentirse realizada en muchos otros. 

Pero sobre todo, se percató de que el mayor sentimiento había sido darse cuenta de que mientras hubiera música, él nunca moriría, porque como mismo fue capaz de entregar su vida a los acordes, ahora esos mismo acordes eran los que despertaban mis sentimientos más profundos al escucharlos, porque sabía que a través de ellos, podría volver a comunicarme con él.

Y fue así como le regalé mis lágrimas para decirle que a pesar de las dificultades, todo seguía con el mismo amor que él lo había dejado y para pedirle que por favor, no permitiera que su música nunca dejara de acompañarnos.

junio 27, 2016 0 comentarios
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Relatos

Relato de luz

por Auro febrero 22, 2016

Y ahora se calzaba los zapatos de vestir para ir a arreglar el paro. 

Y hacía los kilómetros en su mente, incluso más, de los que antes hacía físicamente. 

Y lo que ahora lo ahogaba no era muy diferente de lo que lo ahogaba antes, pero con la diferencia de que ahora le faltaba suelo para caminar. Lentamente, sin saberlo ni quererlo se estaba adentrando en un túnel por donde quedaba poco espacio para que pudiera pasar el aire que le traía el oxígeno para respirar. 

Y cada vez le pesaba más y le costaba más levantarse con una sonrisa. Con aquella que nunca lo abandonaba aunque se cambiara de ropa, porque esa la llevaba de serie, como reflejo de su felicidad. Sin ser muy consciente de ello, estaban intentando arrebatársela, la tristeza estaba luchando para imponer su reinado sobre su actitud y su energía.

Pero no se lo iba a permitir. Todavía disfrutaba del amor y eso nadie iba a poder arrebatárselo jamás ni iba a tener que solicitar a otros que se lo dieran. Ya lo tenía y lo daba cuanto podía. 

La oscuridad hacía mella e intentaba inundar su horizonte, pero a él siempre le gusto el cielo azul y el mar, esa línea infinita donde nunca llegan a cruzarse ambos. Y aunque no lo sabía, nunca iba a dejar que esa línea se desdibujase o tuviese un fin, porque su túnel tenía una salida, difícil de alcanzar pero allí estaba, esperándolo con la luz que le indicaba el camino. 

Tuvo muchas piedras que desde el otro lado del túnel intentaron tapar esa luz para que se perdiera en las sombras, pero él nunca dejó de caminar, nunca se sentó ni se dio por vencido… y nunca lo hará.  

Porque algún día llegará y se destapara ese túnel, dejando entrar el brillo y la luz que nunca lo han abandonado, porque aunque no lo sabe, la brillantez la lleva dentro de sí y tampoco nadie ha podido ni podrá arrebatársela nunca. 

El oro nunca deja de brillar por mucha ceniza que le caiga encima. No va a ganar la desesperanza ni el ahogo, porque siempre que vaya calzado con su sonrisa, no le hará falta nada más.

Y me pregunto por qué a todos ellos los llaman “parados”, si no dejan de moverse y de luchar siguiendo el haz de luz de la esperanza.

febrero 22, 2016 0 comentarios
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Relato de despedidas

por Auro enero 25, 2016

La lluvia les recordaba que había de nuevo un motivo para llorar. Reinaba el silencio para evitar que las palabras revelarán la tristeza que sentían sus corazones.El intento de sonrisa tranquilizadora, de que todo saldría bien, caía en vano en el pozo de la desolación al estar acercándose cada vez más al lugar que más los alejaba.
Esta vez, esperaban que fuera la de menos tiempo pero el fantasma de todas y cada una de esas 9 veces en las que había sucedido exactamente lo mismo era muy difícil de dejar atrás. El tener y no querer hacerlo, el avanzar sin remedio y el desear quedarse atrás. 


Y llueve. Sigue lloviendo, pero moja más en el interior que en el exterior. Dentro es mucho peor. Cada vez hace más frío. Y llegan. Llegan juntos al lugar del que inevitablemente se irán cada uno por separado. El abrazo, las palabras. El querer transmitir tranquilidad al otro y el derrumbarse según cruzan las puertas que los llevan en diferentes direcciones. 


Ya no hay más contacto, ya no hay más calor. Separados. Otra vez. Por décima vez en un año. No puede aguantar más, y escondida en su abrigo se derrumba, mientras continúa intercambiando palabras escritas. A partir de ahora y por un tiempo serán así. Escritas sin voz, sin el sonido de su risa. 


Sigue lloviendo. No hay vuelta atrás. Despega de ese lugar en el que aunque no están sus raíces, está su mayor fruto. Y por décima vez, justo en ese momento que se separa del suelo, siente que le han arrancado un poquito de vida. Porque ese poquito de vida se queda allí. 


Piensa que pasará pronto, piensa que será la última vez. Consuelo. Consuelo mientras sus mejillas brillan en la oscuridad del lugar, húmedas de tristeza. Y sigue lloviendo. Sus raíces la llaman pero no quiere volver, quiere quedarse allí. En el lugar del que a cada segundo se aleja más y más. Y no es fácil lo que les espera. 

Llega. Qué diferente es aterrizar así. Y aunque hace sol, sigue lloviendo.

Porque nunca ha dejado de llover en su interior. Porque ahora hay un océano que los separa. Y aunque la necesidad y el consuelo hagan que llueve cada vez con menor intensidad, la ausencia nunca se llena y el tiempo pasa muy lento acompañado de la soledad.


Y me pregunto por qué a la gente le gusta tanto volar. Bueno, sí lo sé. Porque lo llevan todo. Es muy diferente cuando sientes que no te vas con todo el equipaje, cuando dejas un trozo de vida en cada lugar.

enero 25, 2016 0 comentarios
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Relato de dos vidas

por Auro septiembre 14, 2015

Se despertaron en la calle, en momentos y lugares diferentes pero en la calle. Después de muchas semanas de oscuridad, silencio, calidez y latidos maternales que alimentaban su corazón, se encontraron en el frío, ruidoso y desconocido infierno de la calle. No nacieron a la vez ni compartieron el mismo lecho, ni se toparon con las mismas barreras al despertar por primera vez al nacer, pero sí sufrieron pesadillas paralelas.

El primer olor, el primer sonido debería ser el de su madre, su alimento y su guía, su fuente de calor y cuidados pero no fue así. Alguien decidió que la mejor manera de comenzar a vivir sería rodeado de los desechos que los demás no quieren, que tiran sin importarle lo más mínimo lo que contenga en su interior… porque lo que hay en su interior no es más que basura. Así, consideraron que eso era él y sus otros tres hermanos, basura, desechos que no merecían la mínima oportunidad de vivir, como el que tira un pañuelo de papel arrugado, sin el más mínimo sentimiento o culpabilidad hacia lo que está haciendo. Así empezó su vida, sus primeras horas…en un contenedor de basura, con la oscuridad que sus ojos le proporcionan al principio de sus días, oliendo lo que las otras personas no quieren, sus desechos, sus bienes ya utilizados y que no sirven para nada más y escuchando los lamentos de sus otros hermanos buscando a su madre, buscando el calor de aquella que bien los habría sabido cuidar y que jamás hubiera permitido que alguien tomara esa decisión por ella, arrebatándole aquello que había crecido y llevado en su interior y que con tanto amor y ahínco se había encargado de proteger. 


No sabía nada de la vida, ni conocía aquellos olores ni aquellos ruidos que venían del exterior, pero sólo sabía que no estaba allí aquella que le reconfortaría, calentaría y enseñaría a vivir. Sólo escuchó como caía en un montón de residuos y se cerraba una tapa que indicaba el principio de su agonía. Sabía que eso no podía ser la vida pero empezó a acostumbrarse y a aprovechar el calor que le daban sus otros hermanos hasta que se agotara completamente. Su corazón cada vez se helaba más y lo único que hacía era gritar con más fuerza para que su madre viniera a su encuentro, para que les diera calor y los rescatara de aquel hedor y aquel asfixiante contenedor. 
Pero no fue así. La oscuridad ya no era sólo aquella que sus ojos cerrados le impedían ver sino que su corazón, su cuerpo, su piel y su voz se volvían cada vez más oscuras, frías y ausentes, porque sin duda, sabía y sentía que aquel no era el lugar en el que debería estar. Cuando cada vez sus gritos eran mas ahogados y su cuerpo más se enfriaba, sucedió un milagro. 


Sólo oyó cómo alguien abrió la tapa… una voz,… dos voces, diferentes a la suya pero por lo menos voces que desprendían calor, algo que desde hacia varias horas había perdido de manera irreversible. Lo cogieron, lo sacaron y sólo sabía que tenia que seguir gritando, pidiendo auxilio para que le dieran calor y lo alimentaran y para suplicar que por favor no lo volvieran a llevar a un sitio como aquel. 


Afortunadamente, a pesar de su probable desconfianza, a partir de ese momento las cosas que sucedieron no tenían nada que ver con aquel oscuro lugar. Las voces que escuchaba no tenían que ver con aquellas voces gélidas y vacías que había escuchado nada más nacer y que habían decidido llevarlo a aquel lugar. Empezaron a darle calor y comida, pero lo más importante, empezaron a darle amor, todo el amor que se merecía una criatura que acababa de llegar al mundo sin haberlo decidido él y que en lo poco que llevaba de vida había conocido ya el odio, la desesperación, la maldad y el egoísmo de esos “seres” que se creían superiores y que por ende, se creían con total derecho a decidir por él el tipo de vida que le esperaba, o mejor dicho, el tiempo de vida que le esperaba hasta acabar aplastado por una máquina como un residuo más, como la basura que ellos consideraban que era.


Y ahí se produjo el verdadero despertar de Coco.                                                                                                        

De la otra historia no se conocen tantos detalles pero sí se sabe que lo primero que olió y escuchó fue la calle, que donde primero pisó fue en el asfalto y que su pequeño corazón no estaba preparado para todo aquel ambiente ruidoso y peligroso en el que parecía que debía pasar el resto de su vida. 


Como referente tuvo a su padre, su madre probablemente no haya podido sobrevivir a aquella jungla de motores. Con su padre aprendió a alimentarse de lo que encontraba en la calle o de lo que amablemente le daban en algunas casas y con él disfrutó del calor de la familia durante una buena temporada. El mejor día de su vida fue cuando su padre le descubrió aquel lugar. Un lugar donde siempre les dejaban alimento para superar sus duros recorridos y reponer las pocas fuerzas que la calle les dejaba. 


Tenía mucho miedo, no sabía de qué serían capaces aquellos seres y aunque estaba enormemente agradecido por darle alimento, su padre le había enseñado que no se podía fiar de nadie que perteneciese a esa especie porque a pesar de parecer todos iguales, habían muchas diferencias entre ellos y te podías topar con uno que te quisiera dar calor y amor como con otro que te utilizara como juguete con el que divertirse o blanco cual piñata para golpearte con palos hasta que la vida no pudiera acompañarte más. Aún así encontró ese lugar increíble y ya supo que no se quería ir más de allí. Le habían dejado una especie de lona en lo alto de un muro, respetando así su desconfianza pero a la vez proporcionándole el cobijo que tanto necesitaba, y decidió aprovecharse de ello, estando siempre alerta y huyendo ante cualquier movimiento sospechoso por parte de aquellos seres, pero refugiándose del frío y la noche en aquel rincón. Su padre, como no podía ser de otra manera, lo acompañaba en sus largas tardes de retiro pero aún sentía la necesidad de experimentar en aquella jungla y de descubrir lugares nuevos y diferentes por si algún día dejaban de recibir aquellas comodidades de esa familia. 


Desafortunadamente un día no volvió más y su pequeño se quedó solo en aquella lona que se hacía cada vez más grande para el y en un mundo que se le caía encima cada vez que imaginaba que su única salida estaba en aquel lugar y en aquella casa y que ya nunca más tendría a su padre para asumir los riesgos por él o para aprender cómo debía comportarse. 


Sin embargo, el desenlace de esta historia también tiene un final feliz. Esa misma familia que decidió irse ganando su confianza progresivamente y aceptando los límites que éste les ponía, consiguió que se adentrase en su hogar y a partir de ahí Lupo supo que no le hacía falta buscar más sitios en los que refugiarse, porque le habían dado el mejor refugio que se puede tener, un refugio en el corazón de una familia. 

Y a partir de ahí fue cuando Lupo descubrió lo que es un verdadero hogar.


Y aunque cada uno fue creciendo por separado, un día se encontraron y ya sabían que se harían inseparables, que aquellas personas que le habían dado la oportunidad de vivir se convertirían en su familia y que nunca más les pasaría nada, porque ya no sentían frío ni oscuridad sino felicidad y amor por poder compartir momentos juntos y por contar con cuatro personas que se habían dispuesto a cuidarlos y a amarlos como se merecían y que en ningún momento les habían demostrado que eran esos desechos que una vez sintieron que eran porque otros así se lo demostraron.

septiembre 14, 2015 1 comentarios
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Sobre mí

Sobre mí

Vivo en todas y en ninguna parte, conozco más mundo del que mis ojos me han permitido ver, viajo más allá de los límites que el mundo me impone, siento emociones desconocidas en mi propia piel, descubro fantasías como si de la realidad se tratasen.

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