Llevaban años persiguiendo a aquel ladrón. El ladrón que había robado el tesoro más preciado de aquel mundo: su magia.
Sus calles habían pasado a ser oscuras, su gente no vestía con sus habituales sonrisas, sus niños no jugaban con ilusión, sus días habían perdido su color.
La persecución de aquel ladrón fue seguida por todos, su condena decidida incluso antes de haber escuchado su versión. Se desató una tormenta de ira hacia aquel desdichado que había logrado destruir la felicidad de aquel mundo.
Y aquel día, cuando consiguieron capturarlo, el ladrón reveló dónde escondía la magia.
<<Está aquí, justo aquí>> dijo señalando su corazón mientras observaba decepcionado aquella caza injustificada.
Y fue entonces cuando el mundo despertó y se dió cuenta que aquel hombre no había robado aquello que todos estaban buscando.
Él era el único que había sido capaz de conservar la ilusión, la fantasía, y su verdadero yo, y eso era la verdadera magia.
