La lluvia les recordaba que había de nuevo un motivo para llorar. Reinaba el silencio para evitar que las palabras revelarán la tristeza que sentían sus corazones.El intento de sonrisa tranquilizadora, de que todo saldría bien, caía en vano en el pozo de la desolación al estar acercándose cada vez más al lugar que más los alejaba.
Esta vez, esperaban que fuera la de menos tiempo pero el fantasma de todas y cada una de esas 9 veces en las que había sucedido exactamente lo mismo era muy difícil de dejar atrás. El tener y no querer hacerlo, el avanzar sin remedio y el desear quedarse atrás.
Y llueve. Sigue lloviendo, pero moja más en el interior que en el exterior. Dentro es mucho peor. Cada vez hace más frío. Y llegan. Llegan juntos al lugar del que inevitablemente se irán cada uno por separado. El abrazo, las palabras. El querer transmitir tranquilidad al otro y el derrumbarse según cruzan las puertas que los llevan en diferentes direcciones.
Ya no hay más contacto, ya no hay más calor. Separados. Otra vez. Por décima vez en un año. No puede aguantar más, y escondida en su abrigo se derrumba, mientras continúa intercambiando palabras escritas. A partir de ahora y por un tiempo serán así. Escritas sin voz, sin el sonido de su risa.
Sigue lloviendo. No hay vuelta atrás. Despega de ese lugar en el que aunque no están sus raíces, está su mayor fruto. Y por décima vez, justo en ese momento que se separa del suelo, siente que le han arrancado un poquito de vida. Porque ese poquito de vida se queda allí.
Piensa que pasará pronto, piensa que será la última vez. Consuelo. Consuelo mientras sus mejillas brillan en la oscuridad del lugar, húmedas de tristeza. Y sigue lloviendo. Sus raíces la llaman pero no quiere volver, quiere quedarse allí. En el lugar del que a cada segundo se aleja más y más. Y no es fácil lo que les espera.
Llega. Qué diferente es aterrizar así. Y aunque hace sol, sigue lloviendo.
Porque nunca ha dejado de llover en su interior. Porque ahora hay un océano que los separa. Y aunque la necesidad y el consuelo hagan que llueve cada vez con menor intensidad, la ausencia nunca se llena y el tiempo pasa muy lento acompañado de la soledad.
Y me pregunto por qué a la gente le gusta tanto volar. Bueno, sí lo sé. Porque lo llevan todo. Es muy diferente cuando sientes que no te vas con todo el equipaje, cuando dejas un trozo de vida en cada lugar.
