Imagina que todo pierde intensidad.
Que en lugar de ver una variedad de colores, se tiñen de un monótono gris.

Imagina que el cansancio es más grande que las ganas. Que el levantarte de la cama se convierte en uno de los mayores retos cada mañana.

Imagina que te sientes estancado, vacío.
Que no sientes que seas capaz de sentir.
Ni siquiera de sentir nada.

Imagina que por más que mires, el filtro de tus pensamientos no te deja ver el vaso medio lleno.
Que solo te necesitas a ti mismo para boicotearte, para desafiarte negativamente y para quitarte el único valor que eres capaz de reunir.

Imagina que todas estas situaciones que todos vivimos algún día de nuestra vida, se mantienen en el tiempo. Hasta que no existe una rutina.
Hasta que te olvidas de ti mismo y de los demás.
Hasta que te cansas de recorrer tu propia vida.

Esto es lo que sucede en una depresión. 
Es aislarte, dejar de sentir, y de sentirte.

Y el límite para llegar hasta ahí es muy frágil tanto para entrar como para salir de él. Debemos normalizarlo ya de una vez.

Por eso, hoy os envío toda la luz con mis palabras para que sea un poquito más fácil encontrar el camino de vuelta. 

ACEPTACIÓN 🙏🏼

“Y los días no están lo bastante llenos.
Y las noches no están lo bastante llenas.
Y la vida se escapa como un ratón de campo que ni siquiera mueve la hierba”.
Ezra Pound.

Y es que como transmite este poema inspirado en la filosofía japonesa del ukeireru, a veces tenemos que aceptar que las cosas no sucedan exactamente como nosotros deseamos.
Tenemos que aceptar que existen pérdidas, decepciones, frustraciones o incluso que la felicidad que tenemos no es aquella que habíamos soñado.

Porque la mayoría de veces no necesitamos nada más que dejar pasar las cosas, los momentos.
Dejar que suban, alcancen su punto maximo y bajen como pasa con cualquier emoción.
Pero sin perdernos en ellos, sin dejarnos llevar olvidándonos que la vida no es sólo eso.
Que igual que llegan esos momentos, se van y que no siempre son días o noches.
Que debemos centrarnos en lo que ahora nos define y aceptar lo que llegó y lo que está por llegar.

Que tenemos que darnos cuenta y sentir esa hierba que mueve el ratón porque esa vida, esa sensación es solo nuestra.

📖 Reflexión inspirada tras la lectura del libro de Scott Haas

Y busca entre todos los recuerdos de este año, aquel que haya sido el más feliz para ti. 

Busca ese que te proteja frente a los malos momentos. Que te haya mantenido en tierra cuando tu mente caía hacia el fondo del mar.
Que te haya salvado de la oscuridad, del mal, de aquellos o aquello que te haya hecho daño.

Busca la luz en él y tómalo como referencia para recordar este año que en menos de dos días dejaremos atrás.

Porque a pesar de todo lo que hemos vivido.
A pesar de lo que hemos perdido, siempre podremos recurrir a ese recuerdo, a ese momento al que aferrarnos.

Y si lo buscamos nos daremos cuenta que no todo ha sido malo, que no todo sucedió a partir de marzo. Que también existieron sonrisas, sorpresas, celebraciones y felicidad.

Que el amor nunca nos abandonó y que aprendimos incluso a valorar la vida y a quienes nos acompañan en el camino más que nunca. 

Por eso cuando te despidas de este 2021 búscalo.  Busca tu mejor recuerdo y haz que se convierta en esa luz que iluminó y luchó contra tu 2020.

Feliz año nuevo. 

Y no importa el color del árbol de navidad.
La cantidad de turrón que haya en la mesa.
El programa de la televisión o la música que te acompañe en esa noche.

No importa tampoco el menú, ni el salir de fiesta luego, ni el celebrar en estas fechas solo porque sea navidad.
Importa el calor de las personas que te acompañan.
Las manos que puedes seguir acariciando.
Los abrazos aunque sean con los ojos y el corazón.

Importa escuchar su voz, una vez y para siempre, eternamente.
Importa ver su sonrisa perenne, su felicidad.
Importa el brillo de su mirada que alumbra el lugar.
Importa ver el esfuerzo por decorar las vidas que se reúnen en la mesa ese día especial.

Y es que lo que de verdad importa son las personas, los que están. Los que estamos y los que han estado.
Porque no estaremos siempre.

Y esas son las cosas que cuando desaparezcan no se podrán volver a comprar como el árbol, las luces, el menú o los regalos.

Así que saborea su risa, aliméntate con su voz, caliéntate con su abrazo, virtual o en vivo.
Porque esos son los verdaderos regalos que solamente podremos disfrutar una vez, una vida.

Así que recuerda, vive y siente una feliz Navidad.

Para y respira.
Pero no por costumbre, por rutina.

Respira por oxigenarte.
Por llenar tus pulmones de un aire renovado que necesitas para poder seguir.

Por sentir que estás igual de viva que siempre, o incluso más.
Por sentirte fuerte y libre de tus propias cadenas, de tus pensamientos y sentimientos.
Por evitar ir en la sexta velocidad cuando caminas por tu vida.

Para y respira.

Para conocer el lugar preciso en el que te encuentras ahora mismo, y a partir de ahí, decidir si quieres seguir, cambiar de rumbo o incluso, si necesitas dar la vuelta. 

Y es tiempo de luces.
De iluminarnos por fuera pero también por dentro.
De disfrutar de las noches sintiendo que no estamos solos aunque no estén todos los que quisiéramos a nuestro alrededor.

De decorar nuestros hogares y a la vez ponernos todas esas cosas bonitas que muchas veces dejamos escondidas en un cajón. Como la sonrisa.
De bailar hasta que amanezca, aunque este año tengamos que ser nosotros mismos los que pongamos la música.

Es tiempo de luces.
De brillar aunque haya caído mucha ceniza este año.
De disfrutar de los que estamos, porque no estaremos todos siempre.
De pintar de colores el lienzo gris que hemos dibujado estos meses atrás.
De no perder la magia, aunque haya que vivirla de una manera diferente.

Lejos, pero quizá más cerca.
Juntos, pero quizá esta vez de verdad.
Aprendiendo pero sin dejar de soñar.
Con la misma ilusión.
Porque es tiempo de luces, y las de dentro nada las podrá apagar.