Relato de un monstruo

por Auro


No podía creer lo que mis ojos leían en aquella noticia que acababa de cruzarse en el primer panel de las redes sociales. 

La imagen, el texto, se había quedado grabado en mi mente. 

La historia que escondía detrás. La historia de aquel horror, de un monstruo. 

Un ser producto de un experimento ideado por aquellos que osan creerse ya no por encima de aquellos, los seres más indefensos sino que se sitúan a sí mismos como el mismo Dios o por encima de la naturaleza. 

Y la pregunta se repetía constantemente en mi cabeza: ¿como es posible que usemos la capacidad de analizar y modificar elementos biológicos que son tan importantes para la cura de ciertas enfermedades, como un instrumento de juguete y divertimento para originar una criatura producto de la artificialidad?

Un ser, una criatura que tiene capacidad de sentir, de pensar. Instinto de supervivencia, de vivir, de anhelar. Porque si somos capaces de crear vida, lo mínimo que deberíamos hacer es pararnos a pensar en si se cumplirán las condiciones naturales necesarias para que ese ser pueda poseer el mismo derecho de plenitud y bienestar vital, no de sufrimiento. 

No daba crédito a lo que mi cerebro trataba de procesar porque era incapaz de entender como alguien que albergue un corazón que por encima de latir, sienta, sea capaz de jugar de esta manera con el corazón de ese otro ser. 

Y así fue como leí este caso en el que se había creado un monstruo. Un tigre-león que surgió del cruce de un león y un tigre en un zoo porque se les ocurrió la brillante idea de crear una nueva criatura para el divertimento y la expectación. Esta situación no se da nunca, jamas, en la naturaleza. Es como si se cruzaran dos especies, de las que prefiero no indicar ejemplos pero de las que estoy segura que jamás nos plantearíamos investigar para crear un nuevo ser en la escala “humana”. 

Un animal que sufre hoy las consecuencias de lo que para otros fue una manera de sentirse un dios, un inigualable. Un ser que tiene serios problemas físicos para poder sobrevivir y que es imposible que esté libre en un entorno natural, donde debería vivir, no en un escaparate en el que estar expuesto.  Porque es un extraño en su propio cuerpo, pero por encima de todo, sigue siendo un ser, vivo. 

Y por eso, rápidamente me di cuenta de que no era él o ellos los monstruos. Los monstruos eran aquellos que habían jugado con sus capacidades, con sus sentimientos, con su vida. 

Eran aquellos que lo habían concebido como un objeto para divertir, para entretener, pero que habían sido incapaces de tener en cuenta sus miedos, sus diferencias, sus sentimientos y sobre todo, sus necesidades y fines vitales. 

Porque no estamos hechos de órganos anatómicos que se combinan y se enchufan a la corriente y se ponen a funcionar. Porque si, así nos mantienen vivos pero en ningún caso este mecanismo es suficiente para tener una vida plena.

Porque está ahí, detrás de cada latido, de cada impulso nervioso, de cada estímulo que procesamos por nuestros sentidos. Es la interpretación, el sentido, la necesidad, la percepción. Es todo aquello que le da un significado a todo ese mecanismo interno que funciona como el motor para mantenernos en marcha pero que sin meta, sueños, objetivos, está tan vacío e inexistente que no sirve, no funciona. 

Porque lo importante no es el envoltorio, es lo que está dentro. Lo que nos mueve, lo que nos empuja a disfrutar de la vida. 

Y por eso, me produce la mayor de las tristezas ver cómo hay monstruos capaces de fabricar y jugar con la vida de esos seres indefensos que cuando abren sus ojos al mundo, solo buscan esa plenitud y disfrute vital que tenemos todos al nacer. 

¿Por que entonces ofrecerles una vida que no van a ser capaces de conocer más allá del sufrimiento y la indefensión? ¿Por que no ver más allá de la anatomía que los mantiene vivos sin percibir lo que interiormente van a ser incapaces de ser y sentir?

Simplemente, porque un monstruo decidió fabricar una idea, olvidándose de que el elemento principal que necesitaba para dar con el resultado deseado era sacrificar una vida. 

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