¿Sabes esa sensación?
Esa que libera los poros de tu piel cuando te das una ducha de agua caliente.
Esa en la que te das cuenta del momento en que el viento pasa a formar parte de tu respiración.
Esa en la que tus ojos se pierden en el vacío sin sentir la necesidad de buscar una mirada.
¿Sabes esa sensación?
Esa en la que te das cuenta del sonido de las hojas que se caen de los árboles, de las piedras que se mueven entre la tierra del camino que pisas.
Esa en la que el agua salada moja tus pies a la vez que se hunden en la arena.
¿Sabes esa sensación?
Esa en la que escuchas el sonido de los pájaros y por primera vez en el día prestas atención a las conversaciones que están más allá de las que se dibujan en tus pensamientos.
¿Sabes esa sensación?
En la que conectas con el mundo, con la naturaleza, con tu esencia, con tu cuerpo.
¿Sabes?
Esa sensación es la que muchas veces anhelamos como felicidad.
Y solo se necesita un segundo para darnos cuenta de lo cerca y posible que está.
