Creo que hay un momento en la vida en el que te das cuenta que no es tan importante lo que consigues sino lo que eres y lo que sientes.
Cuando te das cuenta que de nada vale dedicar todo tu tiempo a estudiar o a trabajar si descuidas ese tiempo tan necesario a ti misma.
Cuando te das cuenta que siempre podrás encontrar tiempo para eso, para crecer profesionalmente, para cambiar de trabajo o para volver a estudiar.
Pero no tanto para quedar con tus amigos y disfrutar de una buena charla, para viajar de nuevo con tus padres como cuando eras pequeña, o para compartir un café con tus abuelos.
Porque por supuesto, tenemos que trabajar, estudiar y perseguir nuestros sueños que también forman parte de nuestra felicidad.
Pero nuestra felicidad no puede basarse sólo en eso.
Porque al final, llega un día en que te das cuenta que todo eso no es lo más importante.
Que siempre habrá tiempo para eso mientras vivas pero que no puedes vivir dedicando todo tu tiempo a ello.
Porque entonces pierdes.
Te pierdes momentos que jamas podrás volver a recuperar.
Te pierdes a ti misma.
Los pierdes a ellos.
Porque el tiempo no te va a esperar. No va a darte la oportunidad de que aproveches o que disfrutes antes de que sea demasiado tarde.
Porque la vida te enseña que lo importante no es lo que tienes.
Es lo que eres.
Es el amor.
Es disfrutar. O llorar.
Es vivir.
Buscando en el tiempo un compañero, no haciéndolo responsable de tu infelicidad.
Porque tú tienes la capacidad de decidir que es lo importante, y dedicar los minutos y segundos a vivir justo ahí.
De su mano.
En ese momento que sabes que no podrá ser eterno.
