Todo irá bien.
Proclamaban sin dudarlo cuando aún estaba empezando todo.
Seremos más fuertes.
Compartían mensajes de lucha y solidaridad cuando sólo nos veíamos a través de las pantallas.
Aprenderemos de esto.
Se convencían todos aquellos que lograron entender en el silencio de sus casas lo que era realmente importante.
El planeta nos está avisando.
Alardeaban ingenuos de lo rápido que olvidarían el contenido de esos avisos.
Saldremos mejores.
Decían todos cuando aún no sabíamos ni cuándo podríamos salir de nuestros encierros.
Y todas estas frases compartidas y coreadas se las llevó el viento igual que las trajo en los momentos de reflexión y soledad.
Porque cuando no hay salida y está oscuro, si estamos todos en el mismo agujero nos animamos y nos creemos de verdad que podremos cambiar juntos.
Sin embargo, la realidad es que en absoluto salimos mejores, ni aprendimos nada.
Se multiplican los abandonos de animales, se multiplica el egoísmo, la falta de ayuda, el rechazo y la discriminación.
Se multiplica el miedo y el temor, el sálvese quien pueda.
Y volvemos de nuevo a ser insolidarios, a pensar solo en nosotros mismos, a abandonar esa promesa de crecer, aprender y convertirnos en algo mejor.
Porque nos olvidamos pronto y poco a poco volvemos a lo de siempre.
Y al final nos quedamos los mismos de siempre intentando que todo salga bien, aprender de esto, ser de verdad mejores.
Pero por desgracia, seguimos siendo insuficientes para cambiar el mundo.
Y después de esto ya sabemos, que ni una pandemia por si sola conseguirá cambiarlo.
El cambio está y estará siempre en cada uno de nosotros.
