Imagina que todo pierde intensidad.
Que en lugar de ver una variedad de colores, se tiñen de un monótono gris.
Imagina que el cansancio es más grande que las ganas. Que el levantarte de la cama se convierte en uno de los mayores retos cada mañana.
Imagina que te sientes estancado, vacío.
Que no sientes que seas capaz de sentir.
Ni siquiera de sentir nada.
Imagina que por más que mires, el filtro de tus pensamientos no te deja ver el vaso medio lleno.
Que solo te necesitas a ti mismo para boicotearte, para desafiarte negativamente y para quitarte el único valor que eres capaz de reunir.
Imagina que todas estas situaciones que todos vivimos algún día de nuestra vida, se mantienen en el tiempo. Hasta que no existe una rutina.
Hasta que te olvidas de ti mismo y de los demás.
Hasta que te cansas de recorrer tu propia vida.
Esto es lo que sucede en una depresión.
Es aislarte, dejar de sentir, y de sentirte.
Y el límite para llegar hasta ahí es muy frágil tanto para entrar como para salir de él. Debemos normalizarlo ya de una vez.
Por eso, hoy os envío toda la luz con mis palabras para que sea un poquito más fácil encontrar el camino de vuelta.
