¿Sabes ese momento en que entras en bucle con una canción?
Que no puedes parar de escuchar, una y otra vez.
Que cuando termina le das al play otra vez.
Y así infinitamente.
Aunque sea una canción que te despierte emociones tristes o alegres.
Que active recuerdos que tienes guardados bajo llave en ese cajón de tu mente, o los que están en primera fila para presentarse a saludar voluntariamente.
Que te transporta a otro lugar, que convierte ese momento en magia.
Deteniendo los segundos, porque solo estás disfrutando de ella, de esa melodía, de esa canción.
Y así te puedes dejar llevar en el tiempo.
Porque la música consigue que crees, que creas, que sueñes, que sientas y que te rompas.
Y eso, aunque a veces duela, es increíblemente bonito.
