¿Crees que los recuerdos más importantes de una etapa caben en una caja?
Conocemos esa historia de las películas que sugiere guardar algunos papeles, fotos, u objetos en una caja para posteriormente enterrarla y volverla a abrir dentro de unos años para reencontrarte con esos retales de tu pasado.
Si nos paramos a pensarlo, es una gran idea y oportunidad. El simple hecho de encontrar una nota, un recorte, un objeto que represente una historia, activa una serie de emociones en el interior que hace que nos transportemos al lugar, momento y situación en que vivimos y en el que almacenamos esos recuerdos.
Una pegatina, una foto, una nota, o el detalle más simple puede hacer que nuestra mente viaje a un momento atrás que, aunque manteníamos en ella, quizá se encontraba un poco escondido en algún rincón, sobrepasado por el almacenamiento de nuevas experiencias que le iban haciendo a un lado, a pesar de lo importante que fue en un momento dado.
Y hablo de pequeños detalles. No de esos momentos vitales, de esos capítulos de vida que llevamos siempre grabados en nuestra piel y no necesitamos un estímulo para recordarlos.
Hablo de aquella carta escrita en un papel con un itinerario de vuelo en su otra cara, de aquellos mensajes escondidos en la casa para encontrarlos por sorpresa al entrar en la soledad, de aquel muñeco que surgió de un regalo comestible y que se nos hace imposible deshacernos de él por las personas, el lugar o la situación donde se ha encontrado.
Y esos detalles, hacen que me teletransporte a aquellos inicios. Al lugar que fue nuestro aunque quedaran restos de otra vida acompañándonos en cada habitación. Al comienzo, a la ilusión. Al sabernos protegidos, en un nuevo lugar, para nosotros, íntimo. A la soledad y a los momentos oscuros vividos. La lejanía, el desconsuelo, las ganas de quedarse entre las mantas de la cama en días fríos, donde por mucho que te abrigases faltaba el calor del otro. A la adaptación a una nueva vida y la llegada y construcción de un hogar. Contigo, con ellos.
Y por eso creo que es bonito guardar esos recortes, esos recuerdos, en cajas.
Es imposible quedarnos en la memoria con todos ellos, pero cuando abrimos esas cajas y los releemos, los tocamos o los sentimos, nos permiten que viajemos al pasado y seamos conscientes de los balances positivos y negativos que esos momentos nos dejaron atrás, pero sobre todo, de que son los pequeños detalles los que hacen que seamos capaces de mirar atrás, a ese pasado con la satisfacción y la determinación de saber que fue mayor aquello que ganamos, que lo que creíamos haber perdido.
Porque la vida, está hecha de pequeñas motas de polvo, que aunque en algunas ocasiones brillen transformándose en purpurina y en otras puedan llegar a convertirse en pelusas que generan suciedad, son cada una de ellas las que nos permiten avanzar y construir nuestra vida, deshaciéndonos de aquello que no nos permite crecer y atesorando en cajas los recuerdos que nunca querremos dejar atrás porque siempre formarán parte de nuestro auténtico ser.
