La realidad del odio

por Auro

Matar. Una palabra de cinco letras que se hace tan fácil para algunos.
Pegar. Otras cinco letras que se quedan cortas para definir la tortura que engloba ese concepto.
Pegar hasta la muerte. Una frase que acaba con todos los principios con los que nos autodefinimos los seres humanos.

La capacidad de empatía, la generosidad, la ayuda, el vivir en sociedad. Todos esos valores que gritamos a los cuatro vientos, orgullosos proclamando que son los que nos diferencian de los animales. 
Pero en nuestra especie, la otra realidad es el odio.
Es la capacidad que solo nosotros tenemos de arrebatar, de creernos con más derechos y de hacer sufrir a otros sin sentir dolor.

Este fin de semana han golpeado a Samuel hasta matarlo. Una persona feliz, con su vida, sus sueños, sus ilusiones y su futuro.
El motivo, como tantas otras agresiones a lo largo de la historia y en nuestro día a día, el odio y la intolerancia. Samuel era gay. 

Y al grito de maricón mientras cada golpe rompía su último hilo de vida,  la fuerza, la superioridad, la diversión y el sentir que con total seguridad estaban haciendo lo correcto impulsó a que sus verdugos no pararan hasta asesinarlo.
Porque para esta realidad nunca será suficiente destruir vidas con vacíos, desprecios, e insultos.
Porque los que viven en esta realidad no son capaces de entender aquello que se sale de la norma que se creen establecida e invariable.

Porque para esos y tantos otros monstruos, Samuel no merecía ser feliz. Porque la única palabra que lo definía era esa palabra de siete letras: maricón. 
Y así quisieron hacérselo saber hasta que expiró su último aliento.

Con esta noticia el mundo es menos mundo. La vida es menos vida, y la humanidad es menos ser vivo y sintiente.

Porque día a día nos demostramos a nosotros mismos que las únicas bestias pertenecen a nuestra especie y que con seres como estos la destrucción está más cerca que la continuidad. 

Basta ya. Tenemos que parar esto. 

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