Para y respira.
Pero no por costumbre, por rutina.
Respira por oxigenarte.
Por llenar tus pulmones de un aire renovado que necesitas para poder seguir.
Por sentir que estás igual de viva que siempre, o incluso más.
Por sentirte fuerte y libre de tus propias cadenas, de tus pensamientos y sentimientos.
Por evitar ir en la sexta velocidad cuando caminas por tu vida.
Para y respira.
Para conocer el lugar preciso en el que te encuentras ahora mismo, y a partir de ahí, decidir si quieres seguir, cambiar de rumbo o incluso, si necesitas dar la vuelta.
