¿Cuántas veces nos encontramos repasando las imágenes de nuestra galería para recordar aquellos lugares que visitamos, personas con las que estuvimos, o momentos que compartimos?
¿Cuántas veces cerramos los ojos y ese mismo carrete de nuestro móvil se reproduce una y otra vez en nuestra mente como recuerdos convertidos en imágenes nítidas de esos momentos vividos?
¿Cuántas veces necesitamos analizar cada detalle de ese momento, que quizá nos pasó desapercibido cuándo lo vivíamos y que ahora echamos tanto de menos?
¿Cuántas veces deseaste haber tomado una fotografía de ese recuerdo para poder volver a acariciar a esa persona que perdiste, que olvidaste, aunque fuera a través de una pantalla?
¿Cuántas veces decidiste eliminar esas instantáneas de tus dispositivos, sin haberlo hecho antes en tu propia memoria o en tu corazón?
¿Cuántas veces te dolió recordar ese momento en el que te equivocaste, o te llenaste de felicidad reviviendo los instantes que te llenaron de luz?
¿Cuántas veces te reíste de esos looks de infancia y de esa forma de vida que te parece ahora de varios siglos atrás?
¿Cuántas veces buscaste en aquellas fotos que se presentaban en blanco y negro aunque estaban llenas de color, aquellas historias pasadas que te contaban tus abuelos?
¿Cuántas veces trataste de imaginar que podías ser tú la protagonista de esas instantáneas que aparecían en el carrete de otros? ¿cuántas veces las conseguiste replicar?
Y, ¿cuántas veces has tirado de carrete para encontrarte a ti misma en esa foto, cuando sentías que habías perdido tu reflejo en la vida real?
Las mejores fotos, y el mayor carrete lo llevamos dentro, no necesitamos buscar más allá.
