Ruido de fondo

por Auro

Muchas veces me gusta caminar sin cascos por la calle.
Escuchando las voces de las personas que pasan a mi lado.
Introduciéndome en el bullicio de las calles.
De los coches que van llegando a su destino, o de aquellos que pisan el acelerador para llegar a tiempo a su trabajo.
De los operarios que charlan después de llevar varias horas de jornada a sus espaldas, sobre las noticias que escucharon esa mañana en la radio.
De la madre que va con su hijo de la mano escuchando atentamente mientras él le cuenta una de esas aventuras que vivirá en el colegio ese día, suceda o no.
De los padres que se despiden en la puerta del colegio de sus hijos con un abrazo o un “que lo pases bien” mientras su hijo sonríe y saluda a su amigo que lo espera de lejos.
De las compañeras de trabajo que se dirigen a la oficina y deciden parar antes a tomar un café, porque es lunes. Aunque el resto de días quizá también caiga alguno.
De las personas que van solas, con sus auriculares, escuchando su música, su podcast, un audio de su hermana. Que intentan contener una risa, sin éxito, para que no parezca que se ríen solos sin motivo. Como si hiciera falta un motivo o estar acompañado para reír.

Muchas veces me gusta sentir la ciudad, las calles, su gente. El olor, el ruido. Porque me conduce a ese momento del pasado, a esos lugares por los que he pasado tantas veces en tantas otras circunstancias. Y mientras escucho y mi mente se traslada a todos esos momentos, me comparo con el ahora y pienso en cómo ha cambiado todo. Esos padres que caminaron por esa calle cuando aún iban a la biblioteca a estudiar, esas compañeras que hace varios años ni siquiera se saludaban si se cruzaban de frente en la misma acera, esos alumnos que acuden a clase felices aún sin saber qué les espera en su futuro, esos operarios que se alegran cada día cuando se reúnen con sus compañeros, esos niños que se aferran a la mano de su madre cuando hace unos años no conocían ni siquiera la vida.

Muchas veces me gusta recorrer las calles sin cascos. Para sentir, para reflexionar y para inspirar.

Porque me encanta sentir que aunque los lugares sean los mimos así los recorras hoy o dentro de quince años, siempre están vivos. Porque cada día transitan por ellos más de mil mundos.

Te podría interesar

Deja un comentario