Y de repente tienes todo estructurado en tu cabeza. Ese esquema de colores de lo que va a suceder, de las alternativas, de las posibilidades.
Y te levantas cada mañana y sonríes cuando piensas en lo que te espera porque vives con esa ilusión. Y lo visualizas, lo compartes, lo disfrutas sin que aún se haya hecho real esa película que has ido creando y se reproduce constantemente en tu cabeza.
Pero de repente, llega un día que la vida te cambia todos esos planes. Que solo basta un click para que todas esas ideas que tenías tengan que desaparecer porque sí, por la fuerza.
Porque no se puede. Porque no es viable, porque no te lo permiten. Y no te queda otra que abandonar ese sueño. Esa ilusión.
Bajarte de la nube en la que has estado viviendo, planificando y organizando y volver a la tierra para empezar de cero.
Para borrar el esquema de colores y empezar por escribir a lápiz los próximos pasos. Para reconducir el desenlace y encontrar otra salida.
Porque siempre hay otra salida, aunque nos cueste verla. Porque siempre hay un camino lateral a ese sueño, a ese plan. Puede ser más difícil, menos inmediato, y sobre todo completamente diferente a lo que habías pensado, pero ahí está.
Esperándote. Porque creo firmemente que en la vida todo sucede por alguna razón. Porque todo lleva un aprendizaje, un crecimiento. Y quizá, ha sido un no porque esos planes iniciales no es que fueran los equivocados pero tal vez un poco insuficientes.
Y el golpe, la frustración y el tiempo para volver a conseguir encauzar tu camino, pueden hacer que cuando llegues a la meta seas el doble de feliz aunque cueste el doble.
Porque la vida sólo puede cambiarte los planes, pero el no abandonar, buscar otro camino y seguir visualizando esa meta depende solo de ti.
