Pánico

por Auro

A veces no salen las palabras.
A veces hacen más daño porque te lanzan de bruces a la realidad.
A veces no hay ninguna que reconforte.
A veces solo apetece el silencio.

¿Sabías que el cerebro no tiene receptores para el dolor?
Es el único órgano de nuestro cuerpo que si lo pinchas directamente, no siente nada. Por eso se puede operar despierto, por eso no hace falta ni un gramo de anestesia.
Pero qué irónico, ¿no? Quizá es el órgano al que más daño le pueden hacer las palabras.

Las expectativas, el miedo, la incertidumbre, el futuro, el no saber.
Es el centro de nuestro cuerpo, es el que ordena y gestiona todos los demás. Sin él, no somos. Sin él, no estamos.
Y por eso, el mismo no puede sentir dolor físico a diferencia del resto.
Pero sí que siente el resto de tipos de dolor.
Porque es el que interpreta, el que une, el que enlaza una emoción con un pensamiento, el que lanza el impulso nervioso del miedo, el que hace la conexión entre lo que es y lo que creemos que pasará.

Por eso es tan importante la metacognición, como lo llaman los científicos. El pensar sobre lo que pensamos, el detenernos en escucharnos, en preguntarnos y respondernos.
“Tengo escalofríos, ¿es porque tengo miedo? ¿qué estoy pensando? ¿qué me estoy repitiendo para sentirme así?”
Aunque creamos que no, podemos pararlo. Podemos ayudar a nuestro cerebro a interpretar, aceptar y afrontar el dolor. Podemos explicarle que una emoción, una sensación, sube y baja, que es normal, que no va ligada a un pensamiento, porque cuando los pensamientos son positivos, puede ayudarnos a mantenernos felices o alegres mucho tiempo, pero cuando son negativos, hace justo lo contrario. Y cuando entramos en el hoyo es más díficil salir.

Por eso, no pienses tanto y escúchate, obsérvate. Observa cómo late tu corazón cuando estás relajado, cuando estás nervioso, cuando estás haciendo ejercicio. Cómo se agita tu respiración cuando haces un esfuerzo y cómo vuelve tan rápido a la normalidad. Cómo tu cuerpo, con las cosas que hacemos automáticas día a día, es capaz de poner el on y el off en un segundo. Es capaz de cambiar de alerta a reposo instantaneamente.

Hazlo. Pon tu cerebro en off más de lo que sueles hacerlo. Pon tus pensamientos en off, y siente cómo respiras, como se llenan tus pulmones, cómo se contrae y se relajan tus músculos, cómo tu cerebro sabe exactamente qué hacer cuando sube y baja una emoción. Solo observa, y no pienses. En unos minutos, segundos pasará, y no acabarás extenuado, hundido, en el negro por intentar darle un significado, por escuchar tus pensamientos cargados de irracionalidad, expectativas, anticipaciones y preocupaciones y no simplemente dejarlos ir.
Como una ola, que sube, sube y rompe en su cresta, para inmediatamente después bajar y llenar de espuma el mar.

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