Lo que no se ve

por Auro

Y yo, que siempre le he tenido miedo a las agujas, he perdido la cuenta de cuántos pinchazos han atravesado mi piel en los últimos días.

Y yo, que siempre me he sentido agusto con mi cuerpo, me cuesta reconocerme muchos de estos días, semanas y meses en él. 

Y yo, que jamás necesité saber lo que otros pensaban de mi, me veo emocionarme cuando me dicen “lo estás haciendo bien”. 

Y yo, que me quejaba de las duchas al final del día, ahora disfruto de ese pequeño, diminuto y a veces imposible momento de sentir el agua caliente sobre mi cuerpo siendo solo yo, estando sola. 

Y yo, que siempre me ha gustado escucharme, escribirme, darme paz, regalarme momentos de soledad, me veo envuelta en la vorágine de la rutina y del día a día aprovechando los muy pocos instantes de libertad para poder sentarme conmigo misma.

Y yo, que siempre me curo las heridas antes de seguir, me veo aún la herida fresca y abierta sin tiempo para cuidarme a mi misma porque solo puedo centrarme en cuidarlo a él. 

Y yo, que toleraba poco el dolor, me veo respirando, empujando, recogiendo y canalizando todas esas sensaciones porque la recompensa vale más que nada. Aunque duele. Y mucho. 

Y yo, que me creía débil en momentos, me veo sacando toda esa fuerza y energía que no se donde aún guardo para entregársela a él. 

Y yo, que siempre dormí fácil y del tirón sin despertarme con nada, me sorprendo a mi misma, más cansada que nunca, despertándome al primer quejido casi insonoro que sale de su cunita, aquí, pegado a mi lado. 

Y yo, que consideraba que lloraba por cualquier cosa, me sorprendo viendo cómo derramo una lagrima por ver sus ojos plácidos cerrados, por verlo reír mientras duerme, o simplemente por ver cómo me he convertido en la persona más necesaria para él, y como él lo será también para mi. 

Y yo, que no tengo tiempo para mirarme al espejo, me siento por dentro, viendo como luchan la tristeza y el miedo con la alegría e ilusión, me siento por fuera cada vez que doy un paso y la cicatriz me recuerda que aún tengo que recuperarme (¿pero cuándo?), me siento frustrada y culpable cuando me muero del cansancio y escucho que me necesita una vez más, me siento llena cuando lo miro y no puedo contener la emoción. 

Y yo, que jamás imagine lo fuerte que soy, y lo difícil que es. Y que tampoco imaginé lo orgullosa que me sentiría de mi misma, empoderada y capaz de ser, crear y entregar vida. Aquí estoy, cinco meses después, escribiendo sobre los primeros días, semanas y meses de mi postparto.

Te podría interesar

Deja un comentario