Mareas de gente en horas puntas,
Ajetreo continuo en el metro, en el tráfico, en el ritmo y en el tiempo
Diversidad de personas, vidas, sombras y colores,
Ruido de fondo que nunca duerme y no deja lugar al silencio
Imágenes de turistas, y residentes, en monumentos tan nuevos y conocidos como habituales para otros
Direcciones que se cruzan, entrelazan, que conducen a todos o a ningún destino concreto.
Movimiento durante el día y la noche, de una ciudad que nunca duerme
Aires nuevos, diferentes, contaminados de oportunidades, sueños y experiencias por vivir
Días grises, cálidos, fríos, de extremos que reflejan la libertad de ser de sus gentes
Rostros serios, distantes en el inicio que con tiempo evolucionan a sonrisas cálidas y de confianza,
Invitaciones a alimentarse de cultura, diversidad, actividad, entornos dispares
Descubrimiento de zonas sin límites, sin ser juzgado y sin sentir la obligación de ser.
Y es que su carácter céntrico y a la vez de punto de partida para tantos otros destinos te atrae, te captura y te conquista. Y es que su independencia te hace sentir acogido como uno más, sin importar quién eres ni serás. Porque su encanto solo lo encuentras si miras en lo pequeño, en lo que pasa desapercibido, en lo que no aparece en los mapas…
Porque no consiste en ver lo que tienes a tu alrededor, sino en lo que eres capaz de ver en ti mismo cuando sientes que tienes un abanico de posibilidades para fabricar un mundo, tu mundo, en un lugar que te ofrece la posibilidad de elegir “ser” y no sólo “estar”.
Porque aunque no es un paraíso, es magia. Porque es eso, porque Madrid es todo en nada.