Hace un tiempo, leí una historia de una persona que en un momento de su vida decidió escribir sus pensamientos y sentimientos. Durante varios años, todas sus letras reflejaban lo mismo. Vacío, tristeza, desesperación, vivir sin ganas. En esos textos se abría, dejaba que su sinceridad traspasara de su corazón a las palabras que expresaba, y todas aquellas páginas eran grises, eran oscuras, eran sentimientos de quien sobrevive pero no encuentra un sentido a su vida, no encuentra ninguna luz en un túnel de soledad, a pesar de que estaba rodeada de personas que la querían. Tenía depresión. Su única ayuda: papel y lápiz para expresar el nudo que la atrapaba.
Hace algún tiempo, escuché la historia de otra persona que le cambió la vida de un día a otro, que lo perdió todo, su rutina, su sustento, su modo de vida. Todo menos a su familia. Pero aún con ello, se volvió gris. No dormía, no soñaba, no aspiraba a nada. El cansancio dominaba sus horas y la ansiedad palpitaba en sus oídos y en su cabeza en todo momento. Tenía ansiedad, un trastorno adaptativo por la situación vivida. Su única ayuda: antidepresivos y ansioliticos en pastillas recetados por un médico de cabecera que poco preguntó por sus emociones y las estrategias que estaba usando para afrontar aquel momento.
Hace mucho tiempo, decidí estudiar psicología. Y aunque conozco la lucha, a día de hoy me sigue sorprendiendo la falta de recursos de salud mental con la que vivimos. La culpa es de un sistema que no enseña a que cuando el corazón grita, hay que curarlo, que cuando la mente se queda atrapada, hay que empujarla para ayudarla a salir. Porque nosotros solos no sabemos. Porque jamás nos trataríamos un infarto, operaríamos un tumor o recetaríamos un fármaco para el cáncer. Porque para eso nos ayudamos de especialistas que se han formado para saber cuál es el mejor camino y ayudarte a encontrar la solución.
Y esto también pasa con la salud mental. No estás solo, no estamos solos. No guardes tus sentimientos en una libreta en un cajón porque eres fuerte y sabrás superarlo sola. No calles que te ahogas por la ansiedad porque estás siendo egoísta con los que te quieren porque si tienes amor, ya es suficiente para salir de eso.
Porque si no pides ayuda a un profesional de la salud mental, la diferencia es la manera en la que sales. Quizá hoy lo consigas pero no te preparas para cuando vuelva a suceder y vuelves a caer a un lugar todavía más profundo.
Quizá pasas diez años sufriendo en silencio cuando podrían haber sido muchos menos.
Y se que no es nuestra culpa. Se que no nos han enseñado a ir al psicólogo, a no ser que estemos locos. Se que muchos médicos lo utilizan como segunda vía tras las pastillas ineficaces. Pero no desistas, pide, lucha, grita, atrévete y exige que un especialista te ayude a cuidar tu salud mental.
Porque es lo más importante de todo. Vivir sintiendo, sintiéndote bien, no vivir para sobrevivir.