Y de repente un día nos dimos cuenta que había que arriesgar.
Que aquello de “mejor bueno conocido que malo por conocer” no era del todo cierto.
Que la balanza había que inclinarla a la fuerza hacia el lado que con seguridad se muestra más difícil pero a la vez totalmente necesario.
Y nos dimos cuenta de que el futuro que queríamos jamás lo encontraríamos si no subíamos a aquel avión.
Si no soñábamos con un horizonte más amplio. Si no decidíamos dar un paso adelante a pesar de todo aquello que dejábamos atrás.
Y de repente, ese día decidimos empezar una nueva vida con el corazón encogido y con los ojos bañados en agua salada. Perdidos en muchos momentos.
Luchando contra una distancia cruel y oscura.
Descubriendo un hogar en una ciudad desconocida.
Y hoy se que ese paso fue completamente necesario. Que cada lágrima se convirtió finalmente en sonrisa, cada sacrificio en logro y cada despedida en un nuevo comienzo.
Y es que a pesar del vacío que siempre dejaremos en tierra al despegar, estoy segura de que si no hubiéramos volado ese día, jamás habríamos crecido.
*Por todos los que hemos tenido que abandonar la tierra que nos vio nacer en busca de un futuro mejor.